Está bien que durante las campañas los candidatos digan mentiras. Eso es algo que siempre han hecho para tratar de seducir a los votantes. Sin embargo, lo que es inconcebible es que las mismas mentiras sean utilizadas una y otra vez por una sola persona en diferentes procesos de elección popular.
Todos los candidatos a la gubernatura de Coahuila nos han mentido al lanzar al aire promesas utópicas, de eso no hay ninguna duda, pero ninguno lo ha hecho de manera tan admirable como Humberto Moreira.
Hace días el ex alcalde de Saltillo declaró que, en caso de llegar a gobernador, buscaría la eliminación en todo el Estado de los bonos de marcha, los cuales suelen otorgarse a regidores, diputados y alcaldes, entre otros funcionarios públicos.
Esta preocupación es digna de ser aplaudida, pues dichos bonos resultan insultantes para los ciudadanos. Hace años, cuando recién había tomado protesta como presidente municipal de Saltillo, Moreira criticó a su antecesor por haber otorgado un bono de 650 mil pesos a cada uno de los miembros de su Cabildo, asegurando que durante su administración se eliminarían tales beneficios. Meses más tarde, los ediles del Ayuntamiento encabezado por el ahora candidato priista, se regalaron un bono de más de 200 mil pesos argumentando que eran recursos pertenecientes al fondo de ahorro, aunque ninguno de ellos había ahorrado ni un solo centavo. Ante la indignación de la sociedad, uno a uno los regidores fueron devolviendo el importe recibido. En su momento, aquel alcalde que había criticado a su antecesor por esa práctica nefanda, lo único que pudo decir fue que la costumbre de otorgar bonos era una herencia de pasadas administraciones. Una herencia que él no fue capaz de erradicar.
Dada la experiencia del pasado, es difícil tomar en cuenta ahora al candidato priista cuando propone eliminar los bonos de marcha.
Otra promesa que responde más bien al oportunismo que a una verdadera voluntad de llevar a cabo acciones que beneficien a los coahuilenses, es la de construir en Torreón un nuevo estadio de futbol con capacidad para 40 mil aficionados.
Es cierto que el Estadio Corona es uno de los escenarios deportivos menos presumibles en el país, y que la afición lagunera merece un nuevo campo de futbol, sin embargo, aprovecharse de esto para atraer a los votantes de Torreón me parece poco serio.
Para hacer un estadio se requiere, en primer lugar, una gran inversión en la que participen tanto las autoridades estatales, como la Iniciativa Privada. ¿Acaso ya cuenta el candidato priista con un inversionista interesado en el proyecto? La directiva del Santos Laguna, una de las partes que tendrían que invertir y trabajar en la construcción de un nuevo espacio deportivo, desconoce cualquier propuesta al respecto, con lo cual se demuestra que la promesa de Moreira tiene sus cimientos en la urgente necesidad de ganar la simpatía de los laguneros, y no un verdadero sustento como para pensar que algún día podrá cumplir su promesa.
Si bien Moreira podría ganar adeptos con la construcción de una nueva casa para el Santos, de qué le serviría un costoso y moderno estadio al señor que no tiene empleo, a la estudiante que la violaron unos pandilleros, a la familia que no cuenta con agua en su hogar, a los niños que al salir de la escuela les ofrecieron cocaína, al campesino que lo único que produce es desesperanza. ¿Acaso un estadio cambiará la vida de todos estos laguneros?
Muchos factores suelo tomar en cuenta a la hora de elegir a mis gobernantes. Con la lección que Fox nos ha dado, he aprendido a optar por los candidatos que hacen menos promesas, pues ellos serán los que menos me decepcionarán. Si Moreira triunfa el próximo 25 de septiembre, tendremos a un gobernador que desde el primer año comenzará a desilusionar a todos aquellos que creyeron en sus palabras demagógicas.
javier_fuentes@hotmail.com