Los principales partidos políticos no han establecido aún las reglas para definir su participación en los comicios presidenciales de 2006 ni los mecanismos para elegir a su candidato, pero ya son muchas las campañas y los aspirantes en activo. Igual ocurre con los diferentes candidatos llamados independientes, que no obstante carecer de un partido que los postule, están ya en la batalla de los medios de comunicación.
Si revisamos el panorama general, por lo que se refiere al PRI, ya podemos observar mensajes propagandísticos en las calles de las principales ciudades, en periódicos y televisión, principalmente de los ex gobernadores de Tamaulipas y Coahuila, al igual que una campaña abrumadora del gobernador mexiquense y anuncios de otros personajes, como es el caso del senador Enrique Jackson, alertándonos de su aspiración para ser presidentes de la República. ¿Y todo es to, cuánto cuesta?
También en el PAN la lista de “aspirantes” es significativa: ahí están Felipe Calderón y Alberto Cárdenas. Tampoco se salva el secretario de Equitación y Charrería, Santiago Creel, a quien se ha llegado a acusar del uso de recursos públicos para promover abiertamente su candidatura en prensa, radio y televisión. ¿Y todo esto, cuánto cuesta?
El PRD no está exento de esta compulsión propagandística, pues tanto Cárdenas como López Obrador -así como otros personajes de menor importancia- se asumen ya como precandidatos, anticipándose a todas las reglas que tendrá que emitir su propia agrupación política. Además, al jefe de Gobierno -como ocurre con el secretario foxista de gobernación- también se le ha acusado de disponer de apoyos y recursos de orden gubernamental para su promoción política. Incluso Leonel Godoy, en una de sus últimas intervenciones como presidente de ese partido, dijo que antes de nombrar cualquier Gabinete, tendrían que pasar primero las elecciones. ¿Y todo esto, cuánto cuesta?
Y los precandidatos llamados “independientes” no se han quedado atrás en gastos, pues unos y otros se promocionan directa o indirectamente en los medios de comunicación, principalmente en los electrónicos. Así, Víctor González Torres, mejor conocido como el “Dr. Simi”, ocupa barras completas de programación televisiva, preferentemente en horarios matutinos. Jorge Castañeda, el fracasado ex secretario de Relaciones Exteriores que se quedó babeando por la enchilada completa que nunca le sirvieron, no se ha rezagado y también tiene sus spots y desplegados, así como cenas, comidas y encuentros diversos. Y hasta Elba Esther Gordillo, Dante Delgado y un personaje anecdótico, Everardo Moreno, no pierden oportunidad, más allá de un partido real o inexistente, de “placearse” y promoverse. ¿Y todo esto, cuánto cuesta?
Es evidente que si juntáramos todas estas acciones proselitistas y las cuantificamos en pesos y centavos, en este momento -a más de un año de que se celebren las elecciones- el monto sería impresionante y ofensivo para un pueblo que además de ser pobre está desencantado de la política y sus políticos. Esto sin incluir el gran gasto que se hará una vez que inicien las campañas. ¿Se imaginan cuántas obras indispensables para el país podrían impulsarse con ese dinero malgastado? ¿Cuántas escuelas podrían abrirse, cuántos maestros formarse, cuántas becas otorgarse? ¿Alcanzaría para salvar a Pemex del desastre sin necesidad de privatizarlo? Y sobre todo, ¿cómo se reflejará en los impuestos que pagaremos en los próximos años?
¿Por qué esos personajes -muchos de ellos repudiados por la sociedad- no piensan un poco más en México y un poco menos en sus mezquinos intereses personales, y atienden la gran exigencia social de parar ese gigantesco, inútil y absurdo despilfarro? Sin embargo, su avaricia, ambición desmedida y en muchos casos egocentrismo y mesianismo, les impiden ver más allá de sus relucientes zapatos.
Urge entonces, entre otras iniciativas, que se exija a los legisladores una nueva Ley para simplificar y abreviar los procesos electorales, delimitando gastos y acotando espacios y tiempos de campaña para evitar el dispendio. Sólo así evitaremos males mayores que, a diferencia de otros países, siguen perjudicando a nuestro México, como si fuera un país de elecciones permanentes e irracionalidad sin límites.
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