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¿Propuesta extemporánea?

Juan de la Borbolla

De extemporánea fue calificada por algunos legisladores la iniciativa de reforma legal presentada por el Poder Ejecutivo al Poder Legislativo a fin de sacar por fin adelante la necesaria reforma energética. Algunos otros legisladores calificaron la medida como prioritaria para el Congreso de la Unión. Calificaron la propuesta como el último intento presidencial por abrir el sector energético a la iniciativa privada y afirmaron que la mayoría de las acciones anunciadas por el mandatario son violatorias de la Constitución, sin contar que calificaron como un error el enviar una iniciativa de tal importancia al final del sexenio.

El senador Manuel Bartlett volvió a poner su disco rayado donde el argumento reiterado es la pérdida de la soberanía energética si se privatizara la producción petrolera, dado que a decir de él los únicos objetivos de las empresas particulares se reducen a lucrar y agregó: “Para Fox no hay otro camino que las privatizaciones, ya que los intereses extranjeros que financiaron su campaña en 2000 lo siguen presionando y cualquier pretexto es bueno”.

Sin embargo, lo único cierto es que está faltando una consideración serena y profunda de todas las implicaciones de la por otra parte muy necesaria reforma energética, la cual tendría que hacerse a la brevedad no pudiéndose dejar al criterio caprichoso de ciertos legisladores que llevados por teorías soberanistas propias del siglo XIX no permiten siquiera se insinúe, discutir sobre tan importante tema con sus repercusiones en la viabilidad económica de Pemex, el financiamiento del gasto público hecho muchas veces solamente a base de los excedentes de la magna empresa petrolera monopólica en nuestro país, el mantenimiento de las reservas petrolíferas probadas, el precario equilibrio ecológico de las regiones donde Pemex ha asentado sus reales y el suministro a futuro de la energía eléctrica; temas todos ellos que no admiten postergación, puesto que de ellos depende en buena medida el futuro sustentable de México.

¿Pero sobre todo qué podremos esperar para el futuro inmediato, cuando el consumo generalizado de energía eléctrica de una sociedad como la mexicana que precisamente porque necesita industrializarse más a fondo para crecer económicamente, requiere primeramente crecer en su estructura de suministro eléctrico?

¿Qué esperar en ese mismo sentido respecto de la calidad de nuestros combustibles derivados de un petróleo, que efectivamente se extrae de nuestro subsuelo pero en muchas ocasiones tiene que ser refinado fuera de nuestras fronteras debido a nuestra insuficiencia tecnológica?

En este tema necesitamos desarrollar estrategias mucho más audaces y generosas que las que hasta este momento se han mantenido, basadas en el manejo monopólico por parte de estas dos entidades públicas.

La CFE y la Compañía de Luz y Fuerza del Centro son quizá los dos ejemplos más prototípicos de lo que es una entidad monopólica, ineficiente, déspota e insuficiente para brindar el importante servicio que debiera dar.

Aunque los promotores de esa teoría soberanista romántica y decimonónica sigan argumentando que cualquier insinuación respecto de la aplicación del realismo y la eficiencia en este tema sean poco menos que traición a la patria.

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