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Protocolo de Kioto

Yamil Darwich

Atender el reto y disminuir la contaminación ambiental del mundo se ha transformado en un objetivo prioritario, tanto así que el doctor Kofi Annan, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha declarado que: “El cambio climático, es uno de los mayores desafíos del planeta en el siglo XXI”.

En ese contexto, la semana anterior se ratificó el “Protocolo de Kioto”, al que se sumó México, aunque sólo lo firmaron treinta países de los ciento ochenta que inicialmente se habían comprometido a reducir drásticamente sus emisiones contaminantes, los mismos que en 1998, firmaron un acuerdo de intención.

El caso de México es de especial atención, al saber del marcado retraso en el uso de la tecnología en el campo industrial, mayor a los veinte años de avances tecnológicos. Habrá que ver cómo vamos a cumplir y lograr contener la contaminación ambiental en las grandes metrópolis. ¿Ya se imaginó al Distrito Federal en su retorno a La región más transparente del mundo?

Encabezan el desacuerdo los Estados Unidos de Norteamérica, que a través de su presidente George W. Bush, en marzo de 2001, anunció que su país se retractaba y no ratificaría el citado “Protocolo de Kioto”, compromiso adquirido ante las naciones del mundo en 1997.

Este no es el único caso donde los EUA sabotean los propósitos mundiales; existen otros muchos en los que votan en contra, presionan con la fuerza política y económica que poseen o simplemente desobedecen. Pero ese es tema de otro diálogo.

Otros que entran en desacuerdo, aunque firman condicionados, son países como China y la India, curiosamente dos de los altamente contaminantes del mundo. Se dice que en dos décadas ocuparán el segundo y tercer lugar, respectivamente, en la escala de la economía mundial, junto a la Comunidad Europea, que sí ha firmado en un acto de conciencia, de cultura y civilidad.

Las causas usted ya las conoce: son los intereses materiales y la economía de los citados países, que se verían seriamente entorpecidas al limitarles las posibilidades de la libre contaminación del planeta con los productos que venden. El propio secretario Annan afirma que los Estados Unidos son los mayores contaminantes del mundo, con un 23 por ciento del total de los gases emitidos y que la República Popular de China participa con un 13 por ciento. También dice, que de continuar con su desarrollo industrial sin los controles adecuados, los orientales llegarán a ser tan o más nocivos que los propios norteamericanos.

Roberto Montoya, periodista investigador argentino radicado en Francia, denunció en 2003, que los EUA representaban el cuatro por ciento de la población mundial y eran responsables del 36.1 por ciento de esas emisiones y dijo que cumplir con el compromiso adquirido ante las naciones, les significaría un cambio en el uso y las costumbres sociales del gasto de la energía.

Recuerde usted que el sueño americano está sustentado en las comodidades tangibles a costa de enormes desperdicios. Automóviles con motores de seis y hasta ocho cilindros que transportan a una sola persona, que consumen mayor combustible y contaminan más, uso de aparatos electrónicos, climas artificiales, refrigeradores y heladeras que liberan gases altamente contaminantes. Esos son algunos ejemplos.

En contraparte, el mismo autor descubrió que para el año 2002, EUA no sólo había desatendido el llamado del mundo, sino que incrementó sus emisiones en un 30 por ciento, transformándose en el primer contaminador del planeta. Todos los países europeos representan el 26 por ciento de las emisiones y la ratificación del tratado por parte de Rusia y Japón podría representar un decremento del 52.5 por ciento de los gases, considerando en 55 por ciento la cantidad mínima a eliminar.

No sólo se trata de la contaminación que los EUA provocan por sí mismos, sino el golpe a la economía de los fabricantes y distribuidores de esos equipos, que al estar obligados a incluir mejores sistemas de filtrado y control de gases verían disminuidas sus ganancias. Ya comprenderá que para ellos eso es innegociable.

Ya desde 1976, en la XXX Asamblea de la Asociación Médica Mundial redactaron “La declaración de Sao Paulo, Brasil” en la que hacían claras advertencias a las autoridades políticas y sociales del mundo sobre la importancia de atender la contaminación; insistían en lo esencial de la relación hombre–ambiente y la necesidad de replantear el desarrollo económico y social en términos cualitativos, definiendo el problema como “el primer factor que amenaza a la vida”.

Desde luego que se refieren a los contaminantes en general, dando especial énfasis a la alteración de la genética e inmunología, que a decir de otros autores puede ser el principio de nuestro fin, al influir en el delicado y aún poco comprendido orden de los genes y los cromosomas, que ya son manipulados sin la seguridad de haber cuantificado y cualificado los efectos secundarios y las consecuencias posteriores.

La Comarca Lagunera se ha transformado en un centro industrial de considerable importancia nacional; en muchos casos se trata de inversionistas locales que han sumado sus capitales a otros nacionales e internacionales para producir, principalmente en el campo de las industrias metal–mecánica, alimenticia y textil, todas contaminantes.

Sin embargo, muy pocos son los que cuidan sus emisiones de gases, quizá los más grandes y algunos responsables, fuera de esos casos de excepción, los demás contaminan irresponsablemente, sobre todo al ser protegidos por la desvergüenza de las autoridades municipales responsables de cuidar la ecología, que no cumplen sus funciones, sea por ignorancia, incapacidad, corrupción o una mezcla de las tres.

Recuerde que muchos son los comentarios de los empresarios que aseguran que tan pronto informan a las autoridades sobre sus controles de emisión de contaminantes, de inmediato les visita un inspector que se asegura de encontrar fallas o no, dependiendo del billete; sobornos con que compran a los trabajadores supervisores “haciéndoles su día” y enriqueciendo a los jefes con sumas mayores. Otro tema es la cobardía política de algunos, que prefieren llevar la fiesta en paz con los líderes de los partidos y sindicatos, cuidando atender las necesidades grupales y particulares; sobre todo, evitar lesionar sus intereses y así poder disfrutar de sus jugosas “becas sociales” que han suplido al viejo concepto de “la justicia de la revolución”.

Si usted quiere leer al citado protocolo, le comparto una dirección electrónica: http://www.mct.gov.br/clima/espan/quioto/protocol.htm, le aseguro que se sorprenderá de los compromisos ambientales que evaden algunos países que declaran en su política exterior buscar el bien, la libertad, la justicia y la democracia.

Ojalá que nuestras autoridades se decidan a poner su parte, por pequeña que sea y empecemos por lo nuestro, cuidando nuestro ambiente y tratando de conservar a la Comarca Lagunera en las mejores condiciones posibles. Se lo debemos a las generaciones venideras, incluidos los hijos y nietos de los corruptos y contaminadores. ¿No le parece?

ydarwich@ual.mx

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