De acuerdo a la teoría de la evolución, nuestro cuerpo fue desarrollando sus órganos según las necesidades de supervivencia que se requerían para la continuación de las especies, sobre todo basándose en la selección natural. Robert Wright, periodista estadounidense, comenta que si, por ejemplo, los intestinos emergieron para la digestión, los ovarios y testículos para la procreación, etc., entonces la felicidad también debe estar en nuestros genes, porque las personas persiguen la comida y el sexo debido a que con ello se liberan sustancias neuroquímicas que dan alegría y bienestar, tomando en cuenta que los genes que nos han dado placer, han sido genes que, a través de las generaciones, están con nosotros todavía.
Así que, las leyes que rigen a la felicidad fueron diseñadas no para nuestro bienestar, sino para nuestra supervivencia. Asimismo comenta que la comida y el sexo no son los únicos ingredientes que nos dan alegría, y que ésta también aparece al realizar el trabajo que nos gusta, en los deportes, en nuestros juegos y sobre todo, al adquirir autoestima, actividades que también son importantes para sentirnos bien.
Las personas adultas son muy dadas a la crítica hiriente hacia niños y jóvenes ?se da mucho en padres y maestros-, sin pensar que esto les afecta enormemente su autoestima.
Esto no quiere decir que no hagamos el intento de encauzar a las nuevas generaciones hacia las actitudes positivas que nos permiten crecer como individuos, al contrario, esto es necesario, pero lo que no es conveniente ni válido es hacerlo con palabras que los lastimen y los nulifiquen, porque con ello les proporcionamos infelicidad y por lo tanto, un alto en el desarrollo de su personalidad.