Yo no soy política, pero soy mujer, y por tal motivo me solidarizo con la maestra popular del momento, la que no se arredró para enfrentarse a un partido político poderoso. Alguien dirá que por qué no le dieron ?cancha?; será ?el sereno?, pero, se les enfrentó. Por décadas la política en el poder ha subestimado a las mujeres y solamente las ?utilizan? para ?hacer bola? y ?engordar el caldo? y, como somos mayoría, obtener votos.
A otro integrante, este de género masculino, le ?desbarataron su teatrito?, le ?sacaron sus trapitos al sol? y reculó y se ?alineó?; no se enfrentó sino que se solidarizó y ?se volvió invisible? en los medios de comunicación. La maestra no lo hizo. ¿Por qué?... La gran diferencia es que el primero era un político impuesto por el famoso ?dedazo?, y la segunda fue, es y seguirá siendo una líder (no pongo lideresa, como debiera ser, porque la Real Academia de la Lengua no lo permite, ni modo). Pudiera ser que la maestra en cuestión también tenga ?riqueza inexplicable?, pero, qué se puede esperar si perteneces a un grupo que se maneja de tal manera y, como dicen las consejas: ?al país que fueres, haz lo que vieres?; así es que o le ?entras al engranaje? o te sacan.
Su lugar en la política, sucia o no, se lo ha ganado a pulso, como tal vez otras mujeres mexicanas, pero las otras se han subordinado incondicionalmente a la figura masculina que siempre ha obtenido los más altos escaños del poder por el ancestral ?machismo? mexicano, contrario a otros países del mundo en donde las mujeres sí han detentado el poder en puestos significativos, como una Margaret Thatcher, una Ángela Merkel o una María Corazón Aquino.
Desde aquí le mando un? ¡Bravo, maestra!? y ojalá que no cambie su postura de rebeldía porque los políticos dinosaurios merecen estos enfrentamientos.