En días pasados estuvimos leyendo algunos poemas en una reunión de amigos; cada uno tenía un libro de poesía y cada quien escogía el poema de su preferencia y lo leía, o dejábamos que lo leyera la persona que considerábamos más capacitada para hacerlo, y les aseguro que pasamos una velada deliciosa porque todos recordábamos anécdotas de acuerdo a lo que se iba declamando, sobre todo relacionadas con la infancia, la familia y la época escolar.
Esto me impulsó a cuestionarme si en las escuelas, particulares o de gobierno, se inculca la poesía como se hacía en épocas pasadas. Realmente lo ignoro... (creo que no lo hacen), y si no la enseñan dentro de lo que antes eran las clases de Español, que ahora no sé cómo se le llama porque hasta los nombres de las materias escolares han sufrido cambios, me atrevo a considerar que es una falla en la formación del estudiante.
La poesía, además de atemperar los sentimientos de amor, ternura, ensoñación, altruismo, valentía, osadía, sexualidad (todos ellos característicos de la adolescencia), ayudando a canalizarlos a través de la lectura, también permite atesorar el idioma castellano, el cual día con día se va perdiendo entre los extranjerismos y la apatía de los jóvenes, quienes tan sólo se concretan a decir: está padre, muy padre, bien padre, chido; o remal, whatever, este buey, carnal, y... (creo que se me acabó el repertorio, porque sólo quedan las groserías).
Tanto la poesía como la lectura son básicas para aprender el buen castellano; sin embargo, ambas se van extinguiendo como quehaceres de las nuevas generaciones. Ojalá y las sociedades de Padres de Familia las exijan como materia optativa escolar, y si no lo lograran con los directivos de las escuelas de sus hijos, entonces, ellos mismos tendrán que buscar la manera (así como hay ?mamás de formación de valores?) para que sus hijos practiquen estas disciplinas. Créanme que serán de mucho provecho para ellos, ahora y en sus conductas futuras.
