Acudimos a oír misa por la salud de un familiar y el acto religioso también estaba programado para celebrar los quince años de una chica. Esta ceremonia me encantó.
Para empezar, ya es una sorpresa que los papás celebren ese acontecimiento con una ceremonia religiosa, la mayoría de las veces porque las jóvenes no lo permiten aduciendo que “ya no se usa”, y considero que el agradecer a Dios los dones recibidos de la vida y por llegar a esa edad es muy significativo. El sacerdote oficiante le dijo unas palabras sobre su vida futura y su compromiso con ella misma, con la familia y la sociedad, que ojalá y todas las quinceañeras tuvieran la oportunidad de escucharlas.
Por otro lado, me agradó el vestido de la celebrante, porque era totalmente “ad-hoc”, es decir, como debe ser realmente la vestimenta de una persona de escasos 15 años de edad. Lamentablemente en las telenovelas y las películas sobre la juventud los personajes visten en sus actividades diarias como si fueran a asistir a bailes “de gala”: peinadas, maquilladas y con atavíos de modelos (igual que sus poses), sobre todo con los escotes y las ombligueras, y estas costumbres repercuten entre los adolescentes como si fuera epidemia.
No estamos en contra de ese vestuario, pero todo tiene su tiempo y su lugar, y se va haciendo una costumbre el uso de esas prendas y cuando asisten a ceremonias religiosas igual se presentan vestidas de manera impropia para un lugar sagrado como lo es el templo, inclusive, hay ocasiones en que está expuesto el Santísimo y la falta de respeto es la misma. Y no solamente las quinceañeras o las novias, sino, particularmente, las invitadas.
Bueno..., como iba diciendo, el vestido de la quinceañera era juvenil, elegante, de un azul con tonalidades que le sentaba de maravilla a su cara y su cabello oscuro. Tenía un escote discreto con unas pequeñas mangas que le cubrían los hombros, todo esto de acuerdo al lugar donde se estaba celebrando la misa: un lugar de oración. Créanmelo... con ese atuendo la chica se veía hermosa.