Siempre hemos visto en nuestra ciudad a los menonitas. Desde siempre mi mamá compraba el queso u otros productos lácteos que ellos fabricaban y que traían desde Cuauhtémoc, Chih., o la ciudad de Durango, y cuando la que escribe trabajaba en la Cía. de Motores, de los señores José Grageda y Otto Schott, llegaban a comprar implementos agrícolas para sus comunidades. A los niños nos daba curiosidad porque eran diferentes a nosotros en su vestimenta, además de hablar un idioma distinto, que después me enteré es un dialecto mezcla de alemán, holandés, prusiano, ruso, ucraniano y algunas palabras en castellano que no tienen traducción en alemán. Hablan el alemán bajo y escriben el alemán alto. Los hombres saben un poco de castellano, lo necesario para comunicarse en su trato diario con nosotros y sólo un reducido número de mujeres hablan algo de nuestro idioma y al resto no les interesa.
Esa mezcla del idioma se debe a que desde el Siglo XVI este grupo se separó de las iglesias luteranas y reformadas de Holanda y Suiza porque no estaban de acuerdo en algunas de sus normas, además de no aceptar servir en el ejército ni tener algún cargo público. En 1543, Menno Simons, un sacerdote que desertó de la Iglesia Católica, se unió a la secta, la reorganizó y modificó su doctrina, y desde entonces en Holanda se les empezó a llamar ?menones?. Ese dialecto se formó porque debido a sus ideas tuvieron que emigrar por diferentes lugares de Europa hasta establecerse en Ucrania y en 1872 los Estados Unidos y Canadá implementaron programas de inmigración europea, por lo que se fueron a Canadá pero, como no se les dieron las facilidades para conservar su idioma, se desplazaron hasta el Estado de Chihuahua. En nuestro país, el Presidente Álvaro Obregón les proporcionó la autonomía completa para su modo de vida, así como el apoyo económico para venirse en 1922, en que el gobierno mexicano los trasladó con todas sus pertenencias desde Canadá utilizando para ello 36 trenes completos.
Desde Chihuahua, continuaron emigrando. Algunos se fueron a Durango, otros a Zacatecas, Campeche, Chiapas, Honduras, Bolivia y Argentina. Además de nuestro continente, existen grupos en forma importante en Rusia, Zaire, India, Alemania e Indonesia.
A pesar de tantísimos años de emigración, lograron conservar sus costumbres: no cuentan con electricidad, teléfono, automóvil o cualquier otra comodidad del mundo moderno, no permiten que sus miembros se casen fuera de su secta, no asisten a las escuelas públicas, ni se enlistan en el ejército. La mayoría se dedica a la agricultura y en sus propias comunidades establecieron escuelas con libros de texto que ellos editan. Les imponen seis años de escolaridad a partir de los seis años de edad, porque consideran que ese tiempo es suficiente para las actividades que van a desarrollar en su vida. No se permite que los jóvenes asistan a las universidades para que no deserten del grupo, aunque de diez años para acá existen algunos maestros y médicos menonitas en los Estados Unidos.
Al no contar con electricidad en sus casas, no tienen acceso a los medios de comunicación, pero reciben un periódico mensual desde Canadá y una revista, también mensual, que editan en Cd. Cuauhtémoc, Chih., para enterarse de lo que sucede dentro de sus comunidades y en todo el mundo.
Su vestimenta, en los hombres es overol de mezclilla azul con camisa a cuadros y sombrero tejano. En las mujeres vestido de falda larga, negro con sencillos bordados de colores, acompañado de pañoleta: blanca para las solteras y negra para las casadas y viudas. En algunas ocasiones las mujeres llevan encima de la pañoleta un sombrero de paja.
Son personas muy trabajadoras y leales a su comunidad, así como conservadoras y sobrias en sus gastos. En general siempre se les puede ver en las esquinas donde existen semáforos vendiendo sus productos, pero, realmente que la modernidad ya les llegó, porque el otro día me sorprendió encontrarme lo que parecía una familia de 11 personas (padres, hijos y nietos) cenando en una cafetería al oriente de nuestra ciudad. Aunque probablemente eran procedentes de Estados Unidos, porque se comunicaban con el mesero en inglés y entre ellos en su dialecto, y al parecer el señor mayor trabaja en una empresa que vende implementos agrícolas, sin embargo, para mí, además de la sorpresa, sentí alegría al compartir un lugar común con los menonitas, que no fuera el convencional de vendedor y comprador.