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QR, o la descomposición/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

que un ex gobernador de Quintana Roo esté preso y que pueda seguir esa suerte quien lo reemplazó, son tristes y ominosas señales de la descomposición de la clase política de esa joven Entidad (apenas cuatro gobernadores, todos priistas: Pedro Joaquín Coldwell, Miguel Borge Martín, Mario Villanueva y Joaquín Hendricks) que elegirá nuevo gobernante este domingo. Si se atienden las indicaciones de las encuestas, se verá que no se aplica en este caso el refrán taurino de que no hay quinto malo: Es muy probable que en este caso sí lo haya, pues el probable ganador, el candidato priista Félix González Canto pertenece a la escuela de quienes serían sus antecesores inmediatos.

Sondeos de Reforma y El Universal colocan en primer lugar al aspirante oficialista, diputado federal con licencia tras haber sido alcalde de Cozumel, únicos hitos relevantes de su trayectoria política. La encuesta de Reforma le asigna 46 por ciento de preferencias electorales, contra 29 por ciento a favor de Juan Ignacio García Zalvidea, alcalde (con licencia) de Benito Juárez (Cancún), del PRD y 25 por ciento para la senadora (igualmente con licencia) Addy Joaquín Coldwell. En las mismas posiciones aunque con cifras diferentes, El Universal pone en primer lugar a González Canto con 42 por ciento, once puntos arriba de García Zalvidea (31), que a su vez supera en cuatro puntos a la legisladora cozumeleña (27).

Como ha ocurrido en los últimos años en las entidades regidas por el PRI, el candidato de ese partido responde a los intereses del gobernador saliente. Joaquín Hendricks, elegido hace seis años, no padeció las veleidades de su antecesor, que sólo lo apoyó de última hora, ni tuvo sobre sí el peso de un presidente priista. Hendricks pudo, en consecuencia, modelar desde el principio a González Canto como su delfín y sucesor.

Hace seis años, el primero de febrero de 1999, poco antes de la elección que haría gobernador a Hendricks, González Cantó recibió quinientos mil pesos, probablemente para la campaña de Hendricks. El recibo firmado por el ahora candidato es sumamente escueto. No indica la fuente del dinero ni su propósito. Pero forma parte de un paquete de recibos todos muy explícitos que dan cuenta de la entrega de 149 millones de pesos al PRI, su candidato y a gobernantes y legisladores (y según la relación que enumera las entregas, también a miembros del Consejo estatal electoral).

De puño y letra de Hendricks se incluyen entre esos recibos dos escritos en papel membretado de Villanueva, que al parecer obligó a su sucesor a dejar constancia expresa de las contribuciones del Gobierno a su campaña. Conforme a esos recibos, el ahora gobernador recibió trece millones de pesos en diciembre de 1998, en dos entregas. Semanas después de que esos papeles comprometedores fueron dados a conocer en este mismo lugar, el comité nacional del PRD presentó una denuncia por peculado contra Hendricks, que de prosperar significaría su encarcelamiento. En aquel delito, tanto peca el que mata la vaca como el que tiene la pata. Es decir, no lo comete sólo el servidor público que distrae fondos de su objetivo legal, sino también quien se beneficia de tales recursos.

Y si, como puede ocurrir, Villanueva no entregó a Hendricks y sus colaboradores (González Canto incluido) dinero proveniente de las arcas públicas, sino de los negocios delictuosos que lo tienen ahora en prisión (en La Palma, tan traída y tan llevada en los días que corren), no por ello quedarían el ex gobernador y su sucesor exonerados, sino al contrario podrían quedar implicados en lavado de dinero y en delincuencia organizada.

A pesar de la fuerte influencia de los servicios turísticos en Quintana Roo, los trabajadores al servicio de los poderes, estatal y municipales, constituyen la fuerza electoral mejor organizada y eso explica la permanencia del PRI en el poder. Esta vez, adicionalmente, contribuirá a la victoria de ese partido el que la oposición cuente con dos candidaturas fuertes, cuyos efectivos sumados bastarían para derrotar al partido gobernante pero que, divididos como participan en esta elección quizá no cuenten con impulso suficiente para abatir al priismo, desprestigiado por la conexión de su cúpula dirigente local con actividades extralegales o francamente delictuosas.

Ni siquiera fue bastante para debilitar al PRI la disidencia de la senadora Joaquín Coldwell, miembro de una familia tan eminente en el estado que su hermano Pedro fue, muy joven, el primer gobernador de la Entidad. Hace seis años parecía imparable su triunfo en la contienda interna del PRI, pero Villanueva y Hendricks se coludieron para que la candidatura del segundo saliera avante. La senadora absorbió el golpe, no sin denunciarlo, pero no estuvo dispuesta ahora a sufrir una nueva postergación. Abandonó su partido y aceptó ser postulada por una alianza del PAN y Convergencia.

García Zalvidea, por su parte, es también un político de novísimo cuño. En sólo cuatro años ha sido candidato a tres cargos de elección popular, postulado por sendos partidos: con el PAN llegó a una diputación federal; con el Verde, a la alcaldía de Cancún; y la coalición PRD-PT lo postula hoy a la gubernatura. Aunque el fondo no ha sido resuelto todavía, mediante exitosas promociones ante la Suprema Corte de Justicia ha frustrado los embates de Hendricks en su contra, motivados por el discutible manejo de los recursos municipales que se le atribuye, y que lo pusieron brevemente en prisión.

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