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¿Qué hacer con CSG?

Federico Reyes Heroles

“...los políticos odian a todo el que no pueden engañar...”

Benavente

Carlos Salinas de Gortari ha conocido la gloria y el infierno. Pocos presidentes tan poderosos, tan admirados, -allí están las cifras, más de 70 por ciento de aprobación al terminar su sexenio- y, en algún sentido, tan temidos. Su inteligencia es inocultable. Su grado de información notable. Se puede estar o no de acuerdo con su propuesta, pero es innegable que Salinas no sólo sabía hacia dónde quería llevar al país, sino que además maniobraba con gran astucia para obtener los cambios. Hoy se olvida cuántos mexicanos se expresaban, entre chiste y broma, por una reelección del poderoso presidente. Si la sombra de la corrupción no lo hubiera avasallado, Salinas quizá hubiera ocupado algún cargo internacional relevante. Esa fue su gloria.

Pero el mismo ser humano al que tantas loas se lanzaron, se convirtió en el gran responsable, -real en parte, simbólico en mucho- de todos los males del país. Convertido en referente emblemático de la corrupción y de todo tipo de perversiones, el sentir popular erigió toda una mitología del mal en torno suyo. Todos sus logros -TLC, OCDE, reformas modernizadoras en el agro, relaciones Estado-Iglesia, reducción del estatismo, CNDH, un paso más del IFE, etc.-, todos desaparecieron de la memoria nacional. El vuelco, sin consideraciones y matices, habla más de una gran inmadurez política que de un juicio informado sobre el personaje y su gestión. Pero ese juicio también desnuda hasta dónde los usos políticos son hermanos de la inmoralidad. ¿Qué mejor forma de denostar al sistema político que desollar -con o sin causa- en la plaza pública al impopular ex presidente? Quiero ser claro: creo que es simplemente indefendible su posición de desconocimiento sobre los abusos y corruptelas de su familia. Pero yo no soy un juez y en un Estado de Derecho es la verdad jurídica la que debe imperar. Todos estamos en nuestro derecho a forjarnos la opinión que queramos de una persona, pero los juicios morales son privados, no deben esgrimirse como razones en el análisis de lo público. Matizar logros y miserias es el reto.

La mala fama pública generada por su hermano es imborrable. Pero no hay acción jurídica en contra de Carlos Salinas y, por lo tanto, es un ciudadano con derechos plenos. Sé que sería mucho más popular revivir las fobias que el personaje provoca. Pero mi oficio no es ése, sí en cambio el de provocar la reflexión. Salinas encarna todo: visión e inteligencia y corruptelas y degradación. Tomar sólo una perspectiva es inconsistente y muy fácil. La complejidad es lo interesante. Por cierto no tengo ninguna relación con Salinas. Es claro que el ex presidente está de regreso dispuesto a lo que sea con tal de restaurar su reputación. Así se lo dijo a Denise Maerker en un nuevo espacio televisivo el domingo pasado. Y ahora ¿Qué vamos a hacer con Salinas de Gortari? ¿Alimentar la mitología de su perversión y maldad? ¿Suscitar furias persecutorias para impedir que se exprese? Ese es el peor México, el de las pasiones sin brida que se convierten en munición política. Ese país -no es comparación lineal, pero algo hay- es el mismo que no ha podido digerir públicamente a Porfirio Díaz, pero que según cuenta Enrique Krauze se lanzó en masa a las librerías a comprar su biografía coordinada por el historiador. Son figuras muy polémicas que debemos encarar. Negarlos es inmaduro.

Salinas suscita muchos resquemores y francos miedos. Y no es para menos. Carlos Salinas no se doblega, es de un carácter resistente y en algunos casos obsesivo, como ocurre con su furia en contra de Zedillo. Pero hay algo más que hoy sí es una gran amenaza para muchos políticos: la inteligencia de Salinas y su claridad de proyecto destacan en un desierto en que lo más frecuente es el desconocimiento, la incongruencia, la demagogia o la ignorancia inocultable. En contra de Salinas ya se dijo todo y sin embargo su realismo informado, su pragmatismo operativo, su elocuencia contrastan con la mediocridad imperante. Es increíble, en el imaginario colectivo ese hombre ha sido responsable virtual de todas las lacras del país, pasando incluso por la absurda conjura en el asesinato de Colosio. Pero el sentido común no puede enterrar a la inteligencia.

¿Qué tanto poder tiene Salinas? Nada sé de su poderío económico, pero incluso todos los centavos servirían de poco si dijera tonterías. Por allí circulan un par de casos que comprueban la tesis. El problema real es otro, a pesar de su desprestigio y de los odios que provoca, las ideas de Salinas sí pueden motivar a muchos. Ese es su verdadero poder. ¿Qué diéramos porque algunos gobernantes fueran, en primer lugar, capaces de contar, contar los años que nos faltan para empezar a importar crudo, los recursos que vamos a necesitar para financiar las pensiones o la infraestructura, el impacto de los diferentes esquemas fiscales o simplemente leer al mundo. Que si tiene un pacto con Fox, que si viene a asesorar a Madrazo, que si ya se fumó la pipa de la paz con no sé quién. Eso es lo de menos. Un ex presidente repudiado, perseguido, maldecido y que además ha sufrido terribles golpes personales, difícilmente va a reconquistar el poder. Y si así fuera, ello hablaría más de la debilidad de ideas reinante que de un empeño perverso.

¿Qué hacemos con Salinas? ¿Continuar con la satanización? Si habla con Fox y miembros de su gabinete, pues en buena hora porque el individuo le puede dar lecciones a más de uno. Que trae su propio juego, ¿y quién no? Pero ese no es el punto. México no puede darse el lujo de ignorar buenas propuestas por fobias personales. Primero por la dinámica sexenal, ahora porque la alternancia debe suponer ruptura, el hecho es que un país, el nuestro por cierto, invadido de problemas y de ineptitudes, haría muy mal en bloquear a las ideas vengan de donde vengan. El desperdicio sistematizado de inteligencia ha costado muy caro a México. Lo relevante entonces es exprimir a las mentes, que por cierto costó mucho formar. Es el caso. Usemos a Salinas.

Si Salinas vino a restaurar su reputación y para ello esgrime información y propuestas, por mí, bienvenido. Si ello sirve para elevar el paupérrimo nivel de debate, bienvenido. Si ello estimula a otros a estudiar mejor los problemas -como él lo hace- qué mejor. Que haga su lucha, nunca más será presidente, difícilmente ocupará una posición de representación popular, por favor si en la mitología y en los usos políticos sigue siendo el demonio encarnado. Y si Salinas lograra desmontar todo ese andamiaje de percepciones, no quedaría más que reconocerle el mérito. Pero el miedo a la inteligencia y la persecución sin fundamento jurídico son actos cavernarios y dictatoriales.

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