Tenemos nuevo pastor: Benito XVI. Comentado en todos lados de la Tierra, analizado y diseccionado hasta el último hueso por el mundo entero, el nuevo jerarca católico surgió tal como lo vaticinaban: el triunfo de la clase dominante en el Vaticano. La línea dura, el triunfo de Europa sobre el resto del catolicismo en el mundo, etc. La ecuación es sencilla, si Italia ya se había resignado a que el Obispo de Roma no fuese nativo, no aceptaría a alguien por ahora más allá del viejo continente.
Vamos por pasos. El cardenal Ratzinger llega al trono de San Pedro siendo el principal defensor de la ortodoxia doctrinal, postura que permaneció inamovible durante el papado de Juan Pablo II.
La explicación de la dureza en la postura del recién fallecido pontífice permite una tesis aventurada. El detrimento sensible de la salud de Su Santidad pudo haber hecho lo que cualquier humano haría. En una situación de debilidad, pocas personas se atreven a realizar cambios drásticos de rumbo, porque más que arriesgado o valiente resulta temerario. Es una lógica sencilla, primero te recompones y luego tratas de avanzar; ¿cómo enfrentaría Juan Pablo Segundo el vendaval que se hubiera producido de haber dado un golpe de timón en la conducción del catolicismo teniendo una salud tan frágil e irreversible? Siendo realistas, la Iglesia sufrió el embate de la modernidad globalizada en los últimos quince años. El tema de la globalización es una cosa de todos los días ahora, pero no en los ochenta, donde la Guerra Fría libraba su última batalla, no hay que olvidar.
Hoy la moda es el cambio, el liberalismo, la aceptación de lo diferente es lo “in” (todos sabemos es “snops” de vez en vez). En España, por ejemplo, están discutiendo ya la posibilidad del matrimonio entre homosexuales. Hoy las mujeres y hombres hispanos promedio se sienten grandes defensores de ese liberalismo y en realidad, lo que defienden es una postura que les permita ser aceptados en una sociedad simple (casi primitiva en esencia), en la que los requisitos para ser admitidos son tan simples como sumar posesiones y conductas de moda y ya está. Esto es en España y en el mundo occidental en general, deben por supuesto existir excepciones.
Hoy los análisis llegan de todos lados, son notables los provenientes de la clase intelectual mexicana, donde también la moda es no ser católico. Inquisidor, soldado nazi, conservador, de ultraderecha, etc. Las voces vienen incluso desde dentro de la misma Curia. La Compañía de Jesús, soldados de Cristo, fue fundada por San Ignacio de Loyola, en su tiempo un mercenario, por lo que Benedicto XVI puede exculpase de su forzosa participación en el Ejército alemán durante la dictadura de Hitler.
Debo reconocer que de entrada la designación no era la esperada. La expectativa era de un Papa renovador, progresista, de la nueva era, sentimentalmente un latinoamericano era lo deseado. Ratzinger es un guardián del conservadurismo en apariencia. Sin embargo, Benito XVI llega en una edad en que la experiencia es una de sus grandes virtudes. Y aunque tildado de inquisidor, nadie ha dejado de reconocer su agudeza intelectual, por lo tanto podemos esperar de él una inteligencia manifiesta y reposada experiencia, decisiones acertadas en el camino que la religión que representa influyen en el mundo.
Debemos reconocer luego de la primera percepción de desencanto, que también es alegre y ver a Su Santidad de pie, caminando y con nuevos bríos, es alentador. Nunca nos vamos a olvidar de Juan Pablo II, amado por México. Con ánimos renovados, lo único que los católicos debemos esperar es que la sabiduría y la iluminación lleguen al nuevo Papa, Por lo pronto, ¡Hola Benito!
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