EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Raúl y la justicia divina

Gilberto Serna

No sé, lo confieso, si Raúl es o no responsable de haber ordenado la muerte de su ex cuñado. No he hojeado el expediente penal. Sé lo que todos. Que un juez lo encontró culpable de ser el autor intelectual condenándole a una pena de prisión, la que posteriormente fue reducida a más o menos la mitad, en segunda instancia. Sé que sus abogados tramitaron un amparo directo en un Tribunal Colegiado de Circuito. Ahí, en estos días, le concedieron la protección de la Justicia Federal, que tiene como consecuencia que la sentencia del juicio penal no surta efecto legal alguno, considerándose hubo violación de garantías constitucionales, por lo que, bajo esa circunstancia, se le deberá dejar en absoluta libertad por cuanto a los hechos contenidos en el sumario. Ha estado en prisión más de diez años, de la que saldrá cuando pague la fianza de diverso proceso penal, si es que no la pagó ya, con un monto de varios millones de pesos.

De todo lo que aconteció alrededor de este sangriento suceso, del que se podrían escribir varios tomos, sólo tocaré en este espacio aspectos que ponen al descubierto las fallas en que incurren quienes están encargados de la procuración e impartición de justicia en este país. En primer término, lo que ya se ha dicho hasta el cansancio, que las averiguaciones integradas por el Ministerio Público dejan mucho que desear, ya sea por supina ignorancia o por que se quiera ayudar al procesado. Por lo común parecen estar hechas las diligencias, se dice en los foros, con las patas dando oportunidad a que prestigiosos abogados, que suelen cobrar honorarios en dólares, se sirvan con la cuchara grande a la hora de redactar sus argumentos en defensa de sus clientes. Así, las constancias que obran en el proceso son pan comido para litigantes duchos en estos menesteres. En tales asuntos, al parecer, se deja sean los tribunales de amparo, con el malhadado propósito de que a la distancia cuando se ha disipado, de cierta manera, la atmósfera pesada que rodea estos hechos, los que encuentren las omisiones en que incurrieron jueces mal pagados, atiborrados de trabajo o de plano dados al prevaricato.

Lo que sí puedo decir, con conocimiento de causa, es que la sentencia no exoneró al acusado declarándolo inocente, es decir, por que se haya comprobado que no cometió el delito que se le imputó si no, que no es lo mismo, aunque si en sus consecuencias liberatorias, por que la averiguación consignada no contenía pruebas suficientes para que se dictara una sentencia condenatoria. Una cosa es que haya sido el autor intelectual del crimen y otra que se careció de pruebas para declarar esa autoría. Es decir, que Raúl bien pudo planear y mandar ejecutar el homicidio, pero a la autoridad se le dificultó demostrarlo, pues el Ministerio Público, como parte acusadora, no acompañó los elementos de convicción suficientes. Lo que, después de todo, no deja de ser la verdad jurídica, puesto que nadie puede ser juzgado dos veces por los mismos hechos. Si en realidad Raúl se escabechó a José Francisco Ruiz Massieu, como se considera en ciertos círculos, ya puede respirar tranquilo; diez años en la cárcel y a otra cosa mariposa. Lo esperan con los brazos abiertos los billetes verdes que en grandes cantidades depositó en bancos suizos con nombres diversos, no las instituciones de crédito sino me refiero a los patronímicos que usó Raúl.

Hay cosas, que se dicen sólo por que se tiene el don de la palabra. ¡Que la salida de Raúl es en pago de un favor que permitió a Vicente Fox Quesada acceder al cargo de Presidente! Creo que se dicen muchas cosas por gente fantasiosa, sin otro quehacer que andar inventando, pues ¿quién estuvo presente cuando se hizo el pacto?, cabría suponer sería un secreto guardado a piedra y lodo. Ortos Odonto –detrás de los dientes- dicen en la mafia siciliana cuando hay que mantener oculto algo que no conviene salga a la luz pública. En fin, volviendo al tema central, es un episodio más de la justicia de folletín que tenemos en este país. Dígame usted si no. Hubieron de transcurrir diez largos años para llegar a la conclusión de liberar a un recluso que de acuerdo con ese dictamen nunca debió pisar la cárcel. Lo que debemos preguntar, es: ¿quién o quiénes dieron la orden para acabar con la vida del político? Bueno, los que creemos en un Dios que juzgará nuestras malas o buenas acciones, podemos conformarnos con apelar a la justicia divina que, sin venda en los ojos, sabrá la verdad de lo acontecido y tarde que temprano hará su cometido. Entonces si, ante el Juez Supremo, verá el asesino volver las tornas.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 154049

elsiglo.mx