En México sólo hay algo en claro, que existe una diferencia -en muchos casos abismal- entre el discurso oficial y la realidad. Para el presidente Fox, México y Estados Unidos comparten información y realizan una estrategia conjunta en materia de seguridad en la frontera, “pero no hacemos operativos juntos; no aceptamos, no aceptaremos, no toleraremos intervenciones directas en operativos de ningún miembro de cuerpos policiacos o de seguridad de Estados Unidos en territorio mexicano”.
Desde la Ciudad de México y en base a los informes que llegan a su escritorio (porque pese a todo se debe suponer que los informes llegan a Los Pinos y que finalmente el mandatario los lee) Vicente Fox insiste en que “cuando se trata ya de operativos específicos, en ese caso ellos cuidan su territorio y su población y nosotros cuidamos y nos hacemos responsables de nuestro territorio y de nuestra población”.
Sin embargo, en la tierra donde se siente exactamente cómo cala el sol, en la frontera, los mandatarios estatales reconocen que agentes de la DEA y el FBI “operan” en territorio nacional. Los gobernadores de Sonora, Eduardo Bours, de Tamaulipas, Eugenio Hernández y de Baja California, Eugenio Elorduy reconocen que agentes estadounidenses de la Administración para el Control de Drogas y del Buró Federal de Investigaciones (la DEA y el FBI por sus siglas en inglés), participan en operativos contra el narcotráfico –finalmente, el enemigo común- desde territorio azteca.
Claro, los mandatarios estatales tienen cuidado de precisar que dicha presencia y operación de agentes estadounidenses en México no viola nuestra soberanía, ya que se trata de una unión de esfuerzos para combatir al flagelo de los dos países.
Incluso, Bours, Hernández y Elorduy consideran que esta cooperación es necesaria para enfrentar un problema, grave y común, por lo cual debe ser considerada con madurez y sin pretextar cuestiones de soberanía.
Sólo queda medir a cada quién en su trinchera y revisar un poco los hechos, más que los discursos, para poder evaluar quién tiene la razón.
