Marta Sahagún, la primera dama, salió en defensa de sus hijos, señalados por Olga Wornat en un libro que empezó a circular esta semana (Crónicas Malditas), como generadores de una riqueza explicable: al amparo del poder de su padrastro el presidente Vicente Fox, fundaron constructoras y obtuvieron contratos en todo el país, presionando a empresarios para que coinvirtieran con ellos, metiéndose en el contrabando de mercancía china a México y en los negocios de Pemex, comprando mansiones y un avión para no molestarse en las líneas comerciales, disponiendo de su tiempo ocioso en las mesas de apuestas en Las Vegas, con mujeres y dinero que les pusieron en las manos personas interesadas.
La señora Marta emitió un comunicado este domingo negando todo. Bueno, casi todo, porque admitió que uno de sus hijos sí tiene una constructora -que no tenía antes-, pero que de ninguna manera andan en malos pasos, sino que simplemente son, palabras más o menos, audaces emprendedores. La realidad no está del todo en el lado de la señora Sahagún y en el Congreso se formó la semana pasada una comisión para investigar el enriquecimiento de sus hijos. La primera dama dice que sus querubines están libres de pecado y culpa, y que todo lo que tienen es producto de su esfuerzo en los cuatro años y medio que van de Gobierno foxista. Para rematar, qué más da, la primera dama demandó civilmente a la autora de origen argentino por difamación de honor.
¿Por qué los señala Olga Wornat? ¿Por qué no le creen a la señora Marta? Quizá por lo que parece una voracidad familiar, particularmente de su primogénito Manuel. Desde su primer libro intitulado La Jefa, Wornat le había puesto el ojo a los hijos de la señora Marta y en uno de los episodios más reveladores, el padre de la primera dama reconoció que no entendía de dónde había obtenido tanta riqueza su nieto en tan corto tiempo. El libro de la Wornat, por más descalificaciones que le imputen, no es una obra para dejar pasar de lado. Contiene abundante información a la cual tratan de minimizar como “chismes” o “rumores”, pero para quienes han observado a la familia presidencial a lo largo del sexenio, no les resultan ajenas esas extravagancias y tráfico de influencias. Hace tiempo, por ejemplo, empresarios de varias partes del país se quejan de Manuel porque los presiona para hacer negocios y algunos de ellos han aceptado ir con él, pero otros, recordando sus pesadillas en el sexenio pasado por haber hecho lo mismo con Raúl Salinas de Gortari, prefirieron cortar a tiempo.
Manuel es el menos conspicuo de una familia que al amparo de la Presidencia foxista, por decir lo menos, han incursionado en los negocios. No sólo son los hijos de la señora Marta, que en el pasado han generado escándalos por el abuso que les da la áurea del poder, sino también los familiares más directos de Fox. Uno de los hijos del Presidente tiene un buen trabajo en una gran empresa de autotransportes que aportó dinero a la campaña presidencial en 2000 y su hija es directora de relaciones públicas de una gran cadena hotelera mexicana, sin tener realmente la experiencia para tan importante cargo. Un sobrino del Presidente decidió exportar tequila y un hermano se mudó a una mansión en León.
Se queja la primera dama de que, asegura, dañen el honor de ella y de su familia, pero ha dado amplios márgenes para ello. Muchas de las afirmaciones de Wornat -si no es que todas- en su libro, están documentadas, no sólo en papeles y fotografías, sino inclusive en videos.
Pero antes del libro, todavía hay muchas cosas que no han sido explicadas, como el vestuario de la primera dama, que estrena vestidos prácticamente a diario y porta espectaculares joyas o cómo al empresario que vio por las hijas del presidente en Florencia y Madrid, se le resolvió a favor un diferendo con una aseguradora europea que ha provocado que en el mundo estén convencidos de que no hay seguridades jurídicas en México para la inversión extranjera.
Es la misma familia de las toallas de cuatro mil pesos y las cortinas eléctricas de 160 mil, de las finanzas oscuras en la Fundación Vamos México y de las exigencias a los empresarios para que le inyecten recursos a la obra que se dice filantrópica.
Un nuevo episodio se abrirá con la demanda que interpondrá la señora Marta. Es extraño que sea sólo ella y no su hijo presuntamente más afectado, Manuel, quien decida dar el paso. Éste es monumental y quizá la primera dama no se ha percatado de sus consecuencias.
Pero uno puede pensar que si proceden vamos a tener un nuevo reality show, el de la familia presidencial, en tribunales, porque ahí tendrán que ir a declarar y a explicar su trayectoria empresarial en este sexenio. La señora Wornat debe ser la menos preocupada por esto, pues como es su costumbre, tendrá todas las municiones para defenderse legalmente.
Los que sí deben estar preocupados son todos los empresarios que han tenido que ver con la familia de Los Pinos, cuyos nombres rebotarán inmisericordiamente en las fojas del expediente judicial y en la opinión pública, si es que acaso no los llaman también a declarar.
Vaya historia de la vida real que se nos aproxima. ¿Quién le habrá aconsejado tal demanda a la primera dama? Seguramente, un enemigo.
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