La figura... No es el esplendor renacentista, ni el geológico de sus montañas. Estamos en el balcón marítimo de Génova, en sus barrios plenos de tipismo, en sus palacios y en sus templos que dan marco a la inolvidable imagen citadina. Esto hay que buscarlos y descubrirlos entre los techos de pizarra y en el perfil de las torres, o junto al puerto donde zarparon las naves de los cruzados hacia Tierra Santa, para luego regresar triunfantes y con el mayor tesoro conquistado: las cenizas de San Juan Bautista, que ahora celosamente y con veneración se guardan en la catedral de San Lorenzo.
Génova guarda valioso tesoro y entre éstos el más venerado quizás sea la casa de Cristóbal Colón, humilde morada cubierta de hiedra, donde una vertiente histórica asegura que nació el Almirante que dio una nueva dimensión al mundo hasta entonces conocido.
Todas las épocas del arte italiano se distinguen en la Liguria. La pintura al fresco es la gloria mayor del arte genovés, que culmina en las obras de Cambiaos, Carlone y Gregorio de Ferrari. Aquí floreció una escuela que logró renombre mundial con el aporte que dejaron plasmados los artistas nacionales y extranjeros, especialmente los flamencos como David, Rubens y Van Dick, que residieron en Génova durante muchos años, legado a sus discípulos el caudal de su maestría.
La ciudad al paso del tiempo, expande su belleza asombrosa. Génova es vida ardiente, ritmo y extensión sin apartarse de su perspectiva portuaria, reveladora de su traición marinera y sobre todo, es la tierra que se echa a andar, llevando el mundo entero... EL SIGNO DE SU PASADO, FINCADO EN SU ESTIRPE LABORIOSA.
GÉNOVA, ITALIA 2004.