Hay lugares de este mundo que al conocerlos y disfrutar de su arte y su amplísima cultura, jamás se pueden olvidar. Hemos vuelto a gozar de su hospitalidad y lo hemos escudriñado lentamente, como si fuera la primera vez que llegáramos a Italia, y este espacio he tratado de describirlo en pocas palabras, pero lo más ampliamente posible y les diré conocer Italia es recordarla por toda la vida.
Si ya estuvo en Italia alguna vez, recordará por siempre la emoción indescriptible que experimentó en conocer la Catedral de San Pedro, en el Vaticano y haber admirado su riquísima colección de obras de arte.
O bien la maravilla que su Capilla Sixtina; o la veneciana Plaza de San Marcos; o el encuentro inolvidable con Florencia y sus increíbles mármoles de Miguel Ángel, Donatello, Giambologna, Ammannati y otros cuya mención no podríamos acomodar en estas cartillas, por lo numerosos. Lo inolvidable del encanto arrebatador que significa admirar la Colina de Fiésole, apenas unos 8.8 kilómetros de distancia de Florencia... Pero pese a todo lo apuntado es difícil en verdad escoger entre tanta maravilla un lugar que consideremos el más bello o el más importante artísticamente hablando, o el de nuestra preferencia, pues para clasificar algún lugar hay que tener en cuenta el estado de ánimo de cada quien y su manera de apreciar en sus viajes lo que encuentra al paso. Hay quien admira la vida mundana, la moda o los perfumes y hasta sus vestidos, todo es válido en una ruta o una andanza europea, pues existía ?ese momento? para cada cosa ya sea su historia abismal de su pátina y de sus piedras, pero muy principalmente esa visión inolvidable que recordaremos por toda la ida sin aderezos, ni adiciones culturales. Simplemente sea el paisaje dominante en ocasiones, pero que siempre nos ha de surgir en sus gamas y texturas el eterno juego de la luz, como si quisiera revelar el alma secreta y oscilante de la naturaleza. Todo esto experimentarán los que algún día lleguen a Italia, el país del arte...
Aquí en breve relato a manera de guía, les daremos a conocer nuestras experiencias, las que hemos vivido en esta bella península y que quizás sirva para inducirnos a que antes de marcharse de esta vida, quieran conocer a... Italia.
Vaya usted a Capri, disfrute de sus trattorías, (las nietas de los bares) goce del paraíso que es su bahía, radiante de colores, poblada de yates y veleros. Pero ante todo, no deje de admirar las rutas de Jovis, en la punta más alta de la isla. Sólo llegará en automóvil, al pie del monte, allí una veredita que nos señala el guía y que tiene varios kilómetros de ascenso, capaz de desilusionar a cualquiera, pero que una vez transitada y alcanzada la meta, disfrutará de esa soledad remota donde los pinos sostienen un perenne diálogo con el viento y tendrá la más maravillosa vista jamás experimentada, al ver la oculta belleza de un mundo olvidado por más de 200 siglos. Un extraño resplandor que sobrevive en los muros a punto de derruirse. En las viejas escalinatas el polvo que disemina aquel espejo empañado de una gloria pasada, entrecerramos los ojos y echamos a volar nuestra imaginación, veremos pasar los tributos, muy a pesar que esto aconteció por los mismos días en que el hijo de Dios, era sacrificado en una cruz.
Después de haber templado la imaginación en ese viaje al pasado, abre los ojos al tramonto y mire la luna de Capri, la verá inmensa y roja, flotando sobre el mar. Ella lo seguirá por ese camino angosto en su regreso. La noche le acompañará a sus espaldas con el fresco acogedor de la brisa, hasta llegar a Picola Piazza, donde volverá a la realidad, tal y como cuando se despierta de un maravilloso sueño.
A pocos kilómetros de aquí, podrá visitar Anacapri, ver sus bellezas increíbles, sus grutas, entre ellas la blanca y las más famosas de ellas, la azul. Podrá visitar también uno de los testimonios más hermosos del hombre: El Saint Michele de Axel Munthe. Un palacio, un museo que seta también el lugar para la meditación que el hombre creó, para estar en comunicación consigo mismo y... EN UN AFÁN DE HUMANIDAD Y TERNURA.
CAPRI, ITALIA, AÑO 2004.
