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Reflexiones de Atardecer / París

Manuel Muñoz Olivares

París... aquí estamos de nuevo en este mismo mes de octubre se cumplirán 37 años que por primera vez llegué a la ciudad Lux... Me hospedé en un hotelito por el rumbo de Trocadero, cerca del Arco del Triunfo y de la Torre Eiffel y más cercano a nuestra embajada... En este hotel conocí a un camarero español y trabamos amistad, cuando me despedí de él me preguntó que cuándo regresaría y le dije que quizás jamás... Él sonrió y me dijo. ?Venir a París, es como aficionarse a las drogas, siempre estarás necesitado de su presencia y difícilmente podrás evitarlo. Mírame, yo sólo vine por tres días y duré cinco, después regresé según yo, por diez días y ya llevo siete años?.

Tenía razón mi amigo, en estos 37 años hemos regresado a esta bella capital ya no sé cuántas ocasiones y quizás hemos de volver todas las ocasiones que podamos, y los años que nos restan de vida.

El enorme aeropuerto Charles de Gaulle, lo comparo por desconcertante a lo que sucedió en la Torre de Babel. Aquí se escuchan muchos idiomas entre los viajeros y sólo de cuando en vez, escuchamos a un perdido turista que se expresa en su idioma nacional, el francés... esto desde luego en los vuelos internacionales.

Cuando hemos pasado inmigración y la aduana, salimos ávidos de ver caras amigas pero solamente nos espera Marie Pascale Dinand, nuestra compañera de apartamento. La vemos alegre y con su habitual sonrisa. La notamos desmañanada y es que por teléfono que el vuelo llegaría a las seis y media de la mañana y nosotros llegamos casi a las ocho y en correr los trámites de internación nos llevó casi 45 minutos.

Ya son pocos los árboles que aún conservan su verdor casi oscuro y van tornando este color por amarillo hasta convertirse en un dorado oro que convierte el paisaje parisino en algo inolvidable... Hay otra variedad de árboles cuyas hojas toman un tinte rojo escarlata para luego tomarse en lila y luego un morado azuloso... ¡Hay que verlo para creerlo!

A toda marcha sigue la glamorización y embellecimiento de la Torre Eiffel, cientos de trabajadores se encargan de ello... Un vaso de vino y un café con panecillos en la fonda de la Rue Souffren, nos hacen sentirnos parisinos... La charla con nuestro mesero se alarga, nos confunde con texanos (chicanos) cuando lo sacamos de la duda con nuestro visado, cambia una sonrisa y se desvive en atendernos... Dice que los texanos cuando dejan propina, ésta no pasa de los diez o 25 centavos... Es una manera diplomática de decir que nosotros los mexicanos seguimos siendo los mismos, manirrotos... ¿cómo harán los franceses para poder discutir sin que se les caiga el cigarrillo que eternamente cuelga de sus labios?... París... AQUÍ ESTAMOS DE NUEVO.

París, Francia. Otoño de 2004.

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