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Reforma y soberanía/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Amo demasiado a mi país para ser

nacionalista”. Albert Camus

Un grupo muy importante de políticos se sigue oponiendo de manera sistemática a cualquier reforma del sector energético de nuestro país. Su argumento hoy, como siempre, es que la inversión privada en energía pone en peligro la soberanía nacional. La verdad, sin embargo, es exactamente la contraria. Es el cierre del sector a la inversión privada lo que está debilitando al país, al impedir el surgimiento de una industria más competitiva y al reducir la prosperidad de los mexicanos.

Los argumentos que he escuchado en los últimos días sobre una posible apertura del sector energético son realmente alucinantes. Un articulista de izquierda escribía que la inversión privada en electricidad o petróleo sería equivalente a perder nuevamente la mitad del territorio nacional. Un político del PRD señalaba que las privatizaciones nunca han funcionado y que por lo tanto el estado debe mantener un monopolio total sobre el sector energético.

A quienes sugieren que debe haber una apertura en mayor o menor grado se les descalifica diciendo que están al servicio de los grandes consorcios internacionales, que son traidores o vendepatrias. Según los políticos conservadores de nuestro país nadie puede hacer de buena fe, con la idea de construir un mejor país, la propuesta de abrir la energía a la inversión privada.

La verdad es que el mundo entero ha entendido desde hace tiempo que la inversión privada no daña la soberanía de un país. Por el contrario, la fortalece. Si la soberanía es la capacidad de un país de tomar medidas con independencia frente a otras naciones, entonces la fortaleza económica es una parte fundamental de esa soberanía. Y la inversión genera actividad económica y prosperidad.

Hay buenas razones para pensar que Canadá es un país más soberano que el nuestro. Debido a su mayor fortaleza económica, tiene una mayor capacidad para resistir presiones del exterior.

La soberanía simplemente se ve en la posibilidad que tiene de dar un mejor nivel de vida a sus ciudadanos.

Mientras nuestros compatriotas buscan empleo en los Estados Unidos, los canadienses están perfectamente contentos con permanecer en su país.

En Canadá los recursos del subsuelo le pertenecen a los habitantes de la provincia. Por supuesto no se extrae un litro del subsuelo sin que se pague una regalía a esos dueños de los recursos. Pero el 100 por ciento de la producción petrolera canadiense la llevan a cabo empresas privadas. Y esto no ha debilitado para nada la soberanía canadiense.

Falta de soberanía es que los mexicanos deban arriesgar la vida para buscar trabajo en un país, Estados Unidos, donde el sector energético está en manos de la iniciativa privada. Falta de soberanía es que tantos niños en nuestro país padezcan hambre. La propiedad de las compañías que extraen petróleo o que generan electricidad no tiene nada que ver.

En este momento, cuando está a punto de empezar a agotarse el yacimiento de Cantarell, que ha mantenido a nuestro país a flote desde hace dos décadas, los mexicanos tenemos que desarrollar los yacimientos de aguas profundas en el golfo de México. Sólo que nuestro monopolio petrolero no tiene la tecnología -y esta tecnología no se vende, sólo se comparte en contratos de riesgo- ni los recursos para hacerlo.

Pero mientras se mantengan las absurdas limitaciones a la inversión privada en el sector, nosotros no podremos recurrir a esos yacimientos, los cuales seguirán siendo explotados por empresas estadounidenses para beneficio de los estadounidenses.

Es penoso ver a tantos políticos mexicanos envolverse en la bandera nacional para defender una situación que tanto daño le hace a México y a los mexicanos. Cómo se ve que ellos tienen empleos bien pagados por los contribuyentes y no necesitan los que se generarían en la industria energética con una apertura vigorosa.

Pero para el 51 por ciento de los mexicanos que vive en pobreza y para el 21 por ciento que lo hace en pobreza extrema, el tema sí tiene urgencia. Ellos sí necesitan inversión que genere empleos y que cree una economía más competitiva.

A ellos les da igual quién sea el dueño de la empresa que está extrayendo petróleo, refinando gasolina o generando electricidad. Preferirían sin duda tener los empleos y los sueldos de los canadienses o los estadounidenses aunque ello significara abandonar a los políticos mexicanos con su obsoleto concepto de nacionalismo.

OBSESIÓN

Tiene razón Andrés Manuel López Obrador. Con su obsesión por perseguirlo, el presidente Vicente Fox se ha convertido en su mejor promotor. Cada ataque, cada cuestionamiento presidencial, se traduce en un mayor respaldo para el jefe de Gobierno del Distrito Federal. ¿Quién asesora a Fox? ¿O él mismo ha asumido ese papel?

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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