Terminó el torneo de la Copa Confederaciones con Brasil proclamándose campeón; mediante un futbol vistoso, alegre y contundente, el pentacampeón del mundo barrió a Argentina y de paso vengó a México, eliminado precisamente por los pamperos.
México acabó en cuarto lugar merced a una derrota en tiempo extra ante el anfitrión y así vio cortada una importante racha de juegos sin perder, sin embargo, mostró el mejor nivel de juego en mucho tiempo y desplegó el futbol mejor jugado del torneo.
No hace mucho tiempo La Volpe se quejó de que en nuestro país no había jugadores de calidad. Ese tipo de declaraciones así como sus constantes avisos de renuncia y su mal trato con la prensa logran hacer odioso al estratega nacional pero no cabe duda que se trata de un hombre trabajador y que ha mentalizado al jugador que puede conseguir logros importantes.
El Tri enfrentó en este evento a equipos importantes a los que teóricamente debería ver para arriba y la realidad resultó diferente.
En los partidos de grupo se jugó ante el campeón de Europa, que no por ser Grecia se trata de un rival menor aunque en verdad han venido a menos y se empató, se le ganó a Japón con autoridad y en el mejor encuentro jugado en tierras alemanas derrotó al hoy campeón, Brasil, en un triunfo histórico.
Después vino lo que ya todo el mundo sabe: la definición con tiros desde el punto penal ante Argentina y quedar ubicados en cuarta posición al caer ante Alemania. México ha crecido y este campeonato así lo demostró pues no sólo los resultados sino el quehacer colectivo hicieron voltear los ojos a expertos y aficionados.
Jugadores que mostraron su jerarquía como Oswaldo Sánchez, Pavel Pardo, Rafael Márquez y Jared Borgetti unieron esfuerzos con interesantes jóvenes como Carlos Salcido, Luis Pérez, Ricardo Osorio, Gonzalo Pineda (qué penal tiró, maestro), Alberto Medina, logrando una mezcla espectacular.
Bien dirigidos, con un blindaje mental que les permite no achicarse a la hora buena, esta camada puede llenar de satisfacción a la hasta hoy sufrida afición azteca.
El regreso es con gloria pues el balance general tiene que considerarse positivo.
Ganarle a Brasil, tener a Argentina en un puño y meterle tres goles a Alemania en casa no se da todos los días.
Ahora hay que trabajar para completar ese diez para el peso que nos falta y dar el paso que permita, de verdad, codearnos con los grandes. Quien jugó su peor torneo fue precisamente un ausente: Cuauhtémoc Blanco.
El americanista le apostó al fracaso del grupo para hacerse sentir indispensable y le falló. El crecimiento del grupo en lo futbolístico y humano debería impedir el regreso del soberbio. Por muy bueno que sea.