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Regreso sin gloria

Adela Celorio

Llamé de inmediato al Querubín para notificarle mi nuevo estatus y solidario y apoyador como es él, me advirtió: A tu amiga le pagaron con dinero del narco y es casi seguro que de un momento a otro las detenga la Policía o las maten para robarlas. Él asegura que lo dijo de broma, pero con eso no se juega y mientras mi amiga abrazaba su canasto yo corrí a empacar.

Prometí contar y cuento, aunque esto de andar contando tiene su precio. Donde aparezco todos callan. Se me ha hecho fama de chismosa. Ni modo, esta compulsión por contarlo todo venía de mi genoma.

Cuento pues: me quedé en que me sentía la supermegatotal, hagan de cuenta Camila Parker ¡pero en bonita claro!, -cuando Carlos le puso en el dedo el regio anillo de compromiso- disfrutando la vista de la bahía de Acapulco desde el penthouse de mi amiga Cotilla, cuando de pronto la vida con esas brusquedades que tiene de repente, me devolvió a la realidad. Cotilla, quien volvió tardísimo del notario, explicó que el comprador de su terreno le pagó en efectivo y ella tuvo que contar y empacar el dinero.

Fue así que como cualquier Bejarano, mi amiga apareció con un canasto llenito de billetes verdes que aún empaquetados y enligados lucían maravillosos. Yo que sólo había visto algo igual en televisión, aunque sólo fuera por contagio me sentí rica y de inmediato me puse tonta, (es bien sabido que el enriquecimiento inexplicable produce imbéciles hasta la tercera y cuarta generación, pero si todavía alguien lo duda, puede observar a los nietos-as del PRI).

Llamé de inmediato al Querubín para notificarle mi nuevo estatus y solidario y apoyador como es él, me advirtió: A tu amiga le pagaron con dinero del narco y es casi seguro que de un momento a otro las detenga la Policía o las maten para robarlas. Él asegura que lo dijo de broma, pero con eso no se juega y mientras mi amiga abrazaba su canasto yo corrí a empacar.

Ni pis ni nada por el camino, no podemos detenernos hasta llegar a México, dijo Cotilla y manejó hecha la mismísima mocha hasta que pasando Chilpancingo, una patrulla de caminos junto a nosotras hizo señal de detenernos.

El primer impulso fue acelerar, aunque finalmente atendiendo a mis súplicas Cotilla se detuvo.

Sus documentos señora, -ordenó el patrullero y Cotilla a su ve z me ordenó: pásame la bolsa.

Porque aquí sólo llevo mis cositas de playa sabe usted- explicó al uniformado mi amiga señalando el canasto en medio de nosotras.

-Se puede saber a dónde van tan deprisa, con las luces intermitentes encendidas y sin ponerse el cinturón de seguridad?

-¡Ohhhhhh¡ muchísimas gracias oficial, respondimos ambas y después de desfacer los tuertos, continuamos el regreso en medio de un ataque de paranoia.

Bien dice mamá que quien ríe por la mañana llora por la noche.

Menos mal que ya estoy en casa y la primavera que cura todos lo males, empieza a entrar dos pasitos pa' delante y un pasito para atrás- a mi recámara, de donde no pienso salir hasta saber si ya mataron a Cotilla o todavía no.

adelace@avantel.net

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