La Habana, (EFE).- Un estudio de investigadores cubanos relaciona las perturbaciones electromagnéticas originadas por la actividad solar con la frecuencia del infarto agudo de miocardio en personas propensas a sufrir ataques del corazón.
El físico Ramón Rodríguez Taboada y el ingeniero Pablo Sierra Figueredo investigaron esa relación durante nueve años y presentaron los resultados de su estudio en la Primera Convención Cubana sobre Ciencias de la Tierra concluida en La Habana.
La investigación que titularon "Frecuencia de morbilidad por infarto agudo del miocardio y su relación con la actividad solar y geomagnética" estuvo dirigida a ver cómo se modificaba la distribución en la ocurrencia de los infartos con la actividad solar, según explicaron sus autores.
"El objetivo nuestro es hacer conocer a otros especialistas, en particular de las ciencias biológicas, que estamos rodeados de un medio electromagnético que forma parte también del medioambiente y al cual generalmente no se le presta atención", apuntó el doctor en ciencias Rodríguez Taboada.
Para el estudio, los investigadores tomaron como base una muestra de 5,172 personas de diversas edades y ambos sexos con diagnóstico de infarto en salas de cuidados intensivos de cinco importantes hospitales de La Habana.
El infarto de miocardio está considerada la primera causa de muerte en Cuba, según las autoridades sanitarias.
Se valieron además de un software para comparar los datos aportados por los hospitales con los reportes sobre las series de tormentas electromagnéticas registradas.
El ciclo de actividad solar tiene un período de aproximadamente once años y según indicaron recopilaron información de aproximadamente todo ese tiempo.
La esencia del trabajo está en demostrar la relación Sol-biosfera, "concretamente la acción del medio interplanetario sobre la biosfera", señaló Rodríguez Taboada.
Los resultados arrojaron que la morbilidad por infarto aumentó en entre los cubanos mayores de 64 años tras producirse una tormenta geomagnética y que, contrariamente a quienes pensaban que el verano favorecía esta dolencia, los meses invernales como enero y febrero mostraron una mayor ocurrencia.
Los investigadores consideraron que su estudio puede constituir en un futuro un aporte a la prevención del infarto si se tiene en cuenta los pronósticos que se hacen de la actividad solar.