Gómez Palacio

Relatos| El mundo de Eduardo se detuvo

CECILIA AGUILAR ACUÑA

A sus 62 años de edad, Velásquez Alcázar busca que lo reconozcan como un valor lagunero.

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- Tal parece que el mundo se detuvo para Eduardo Velásquez Alcázar, quien triunfó rotundamente como integrante del Ballet Folclórico de Amalia Hernández. Quizá la vida no ha sido justa para él, pues después de haber pisado escenarios nacionales e internacionales como primer bailarín, ahora a sus 62 años parece que nadie en esta tierra que lo vio nacer, lo reconoce como un auténtico valor lagunero.

Su figura ya no es la de aquel joven que pisó importantes escenarios de España, Austria, Holanda, Suiza, Francia, Gran Bretaña, Israel, Líbano, Egipto, Bordeaux, Viena, Amesterdam, Génova, Vichy, Tel Aviv y Venezuela, entre otros. Pero su espíritu es el mismo y por eso aún está en pie de lucha.

Después de 25 años de trayectoria decidió retirarse del mundo de la danza folclórica porque le pareció que ya lucía viejo en el escenario. De hecho, en las fotos que decoran la pared de su sala, su cuerpo esbelto no se parece al de ahora.

Él dice que se descuidó, pero que con ejercicios y disciplina, volvería a darle el toque esbelto a su figura, sin embargo, esto no es lo que le preocupa. Lo que no lo deja tranquilo es comprobar que después de una carrera como bailarín con reconocimiento internacional, en su pueblo no haya encontrado el apoyo que tanto necesita.

Pensativo, al tiempo se remonta al pasado, para recordar cómo fueron sus inicios en la danza folclórica a nivel nacional. Cuando formó parte del grupo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), “tuvimos la suerte de contar con la visita del gran maestro, Armando Medina, quien en ese entonces era primera figura del ballet de Amalia Hernández”.

Al observar su desempeñó como alumno y al conocer sus aspiraciones, lo invitó a formar parte de su grupo de danzas folclóricas, el cual ensayaba en el Centro de Iniciación Artística de Torreón, antes CRIAT, ubicado por la calle Treviño entre las avenidas Allende y Matamoros.

Fue el propio Armando Medina quien lo instó a trasladarse a la Ciudad de México para hacer una prueba de técnica moderna y zapateado ante Amalia Hernández, quien aprobó lo que se presentaba ante sus ojos.

Con orgullo comenta que a los tres meses de haberse iniciado ya como bailarín profesional y bajo la supervisión de los coordinadores, Guillermo Kys Arenas, José Villanueva, Rosa Reyna y Roseyra Marenko, empezó a interpretar los mejores números de solista y así fue que se convirtió en el primer bailarín del popular Ballet Folclórico de México.

Emocionado Eduardo enseña las crónicas de prestigiados periódicos mundiales como The New York Times, Washington Post, Chicago Tribune, Los Ángeles Post así como otros del medio oriente, donde además de narrar sus actuaciones, lo comparan con el mundialmente famoso bailarín clásico ruso Ruduolf Nuriyev, sólo que en el zapateado folclórico mexicano.

Al cumplir sus cinco años en el Ballet Folclórico de México, Amalia Hernández, en el recinto oficial del Instituto Nacional de Bellas Artes, le hizo entrega de la medalla de oro al mérito por ser el mejor bailarín de México. Cuando cumplió diez años dentro de esta compañía, fue cuando decidió dar por terminada su actividad profesional como bailarín profesional.

Eduardo comenta que cuando vio que Amalia despidió a uno de sus compañeros porque ya se veía grande en el escenario, “quise adelantarme a algo que ya se veía venir”.

Así fue que regresó a Gómez Palacio, donde después de unos días de descanso, reanudó su actividad artística pero ahora como maestro de danzas y raíces tradicionales de México, además tuvo la suerte de recibir una invitación para participar en la Casa de la Cultura de esta ciudad que en ese entonces dirigía Ernestina Gamboa Almeida.

Ahí formó el primer Ballet Folclórico Coyolxauhqui, donde también obtuvo grandes éxitos a nivel regional y gran aceptación en la Feria Nacional de Aguascalientes.

Después de un buen tiempo y dados los buenos resultados, emigró a los Estados Unidos para formar grupos folclóricos entre la comunidad hispana de Los Ángeles, California; Chicago, Illinois y Atlanta, Georgia. En estas entidades también se desempeñó como maestro en Campton Community College.

Fue aquí cuando hace dos años toma la decisión de recoger sus botines de zapateado y dar por terminada su carrera artística para dedicarse a su vida privada y personal. Eduardo comenta que así lo hizo y su tiempo lo empleó entre visitar a su hijo Sergio Eduardo Velásquez, quien actualmente es bailarín del ballet de la obra Aventurera, fruto de su único matrimonio legal con la productora de este espectáculo, Liliana, así como a su hija, quien nació de una relación en unión libre con una gomezpalatina y que ahora vive con su familia en El Paso, Texas.

Además cuidó hasta su muerte a su padre –quien acaeció hace poco tiempo-, quien siempre se sintió orgulloso por sus logros como bailarín profesional y quien se fue esperando que Eduardo fuera reconocido en su propia tierra como la figura artística que fue.

Eduardo dice que parece imposible que en otros lados su trabajo sí sea reconocido y valorado. En México hace como tres meses, los coordinadores del Ballet Folclórico de México le preguntaron que si estaba ocupado por acá para contratarlo, porque saben que conoce perfectamente la compañía y los números de los bailables.

Pero por la enfermedad de su progenitor y luego su muerte, ya no pudo irse a México. La oportunidad sigue ahí, porque su sobrino accesó a Internet a la página de la compañía y aún hay vacantes y como hasta en los libros de Bellas Artes está su nombre, pudiera acomodarse.

Sin embargo, a Eduardo le duele que en su propia tierra haya pasado desapercibida su trayectoria. “Una gran amiga y reconocida socialmente aquí, María Elena Faya de Fernández, vio todo el material que aquí tengo y cuestionó el porqué no me han hecho aquí un reconocimiento”.

Platica que ella ha hecho la labor con la directora del Departamento de Cultura de Gómez Palacio, Ivonne Villarreal a quien se le entregó toda la documentación necesaria y ha estado al pendiente con el director del Patronato de los 100 Años de Gómez Palacio, quien al parecer le hará un reconocimiento.

Explica que no ha querido retomar el baile folclórico, porque empezó a ver que en la Comarca Lagunera no le dan importancia y no lo asimilan. La juventud ahora se inclina por los bailes modernos “y se batalla mucho con los hombres, pues les da pena bailar, por eso pensé dejar esta parte de mi vida en paz”.

Ayuda a las escuelas primarias o jardines de niños en cuadros folclóricos, sin ningún interés económico y así lo seguirá haciendo. Aunque está pensionado por el Seguro Social, “mi problema es que tengo ocho meses que no me puedo colocar como chofer particular en zonas residenciales, oficio que adquirí cuando regresé del país del norte porque tengo cultura, educación, sé hablar inglés y no se por qué se me ha cerrado ahora este círculo”.

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