Gómez Palacio

Relatos| Hace 15 años, volvió a nacer

CECILIA AGUILAR ACUÑA

Agradece María Eva Ramírez a su hermana, quien le donó un riñón.

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- María Eva Ramírez de Burciaga celebra hoy dos de mayo, con el corazón de una quinceañera, un aniversario más del día en que le fue injertado el riñón de su hermana.

Una mujer de 33 años, alegre y con pleno amor a la vida, platica feliz su experiencia. Cuando dejaron de funcionarle sus riñones, una nube negra opacó su vida. Pero Dios tenía otros planes para ella, pues encontró una esperanza de vida cuando, hace 15 años, Irma Ramírez le demostró su amor al decidir donarle uno de sus órganos.

Una hermana que, cuenta, siempre se mostró débil ante la sangre, jeringas y objetos quirúrgicos. Un ser que por pleno consentimiento y movida por los sentimientos de hermandad, no dudó en someterse a la operación que a Eva deberían practicarle.

Cuando tenía 15 años, sus riñones dejaron de funcionarle. Al parecer no se desarrollaron conforme a su edad. Eran los de una adolescente y por esa razón, dejaron de trabajar.

Los síntomas comunes de la enfermedad se presentaron de inmediato. La fatiga extrema, la insuficiencia cardiaca y la incapacidad para orinar amenazaban con acabar su vida. Las toxinas acumuladas en su sangre estaban provocando inflamación en su cuerpo.

El dolor constante en su espalda le informaba del avance de su enfermedad. Afortunadamente a ella no le pasó lo que a muchos en su situación: el oído y la vista nunca le dejaron de funcionar.

“Uno tiene mucha inseguridad y la vida no es normal, pues tienes que depender de los demás hasta para ir al baño”, expone la ahora madre de dos hijos de nueve y diez años, a quienes concibió bajo parto normal.

Su mamá fue su principal apoyo. La ayudaba en todo lo que tenía que hacer, ya que la menor acción le provocaba una fatiga profunda. No pasó mucho tiempo para someterse al procedimiento común en estos casos: la diálisis peritonial —que entra cuando se diagnóstica rechazo renal— que afortunadamente se la aplicaron por cinco meses.

Eva prefirió acudir hasta la clínica para que le limpiaran la sangre. “Preferí la higiene del Seguro, porque en mi casa tenía que construir un baño especial y no sé qué tantas cosas más”. Asistía cada tercer día.

El donador ya estaba y como el riñón de su hermana fue compatible, entró a la etapa de la hemodiálisis, —es la fase que prepara al paciente para el trasplante—. De esta manera, la operación tuvo lugar el dos de mayo de 1990, donde el profesionalismo para este tipo de casos lo demostró el doctor Federico Juárez de la Cruz.

Comenta con alegría que sólo fueron siete meses de su vida enferma, tiempo en el que se hizo el protocolo para la intervención quirúrgica que se llevó a cabo en el hospital número 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Revela que cuando estuvo enferma no tuvo mucho miedo de morir. En estos momentos no puede decir lo mismo, porque tiene dos hijos que dependen de ella y que estarían muy mal si ella les faltara.

Aunque le han dicho que el lapso de vida de un riñón trasplantado es de 15 años, ella tiene fe de que estará muy bien, ya que conoce a otras personas con más de 18 años sometidas a este tipo de intervenciones quirúrgicas, “y siguen vivas”.

También cree que estará bien porque en el transcurso de estos 15 años, no ha tenido ninguna complicación y no ha ingresado al hospital de nueva cuenta. Además come de todo y se siente muy bien. Aunque el protocolo de los medicamentos le fue sustituido por otro, “tampoco me ha ocasionado algún problema”. Ella goza de excelente salud.

Como anécdota relata que en tres ocasiones suspendieron el trasplante porque sus niveles de colesterol estaban muy elevados. Irma su hermana, demostró todo el amor que le tiene, pues siendo tan miedosa a todo lo referente a cirugías, se portó a la altura de las circunstancias.

Refiere que su hermana nunca ha tenido una recaída. Ella actualmente vive en Ciudad Juárez y es la feliz madre de dos hijos mayores de edad. “A ella la veo y pienso que nunca alcanzará mi vida para agradecerle lo que ha hecho por mí”.

Eva ahora valora más la vida. Dice que le prometió a Dios hacer todo con alegría. Como encargada de una cafetería, como modista, como madre y esposa, nadie tiene una queja para ella.

“Vivo un día como si fuera el último. Por eso yo le digo a la gente que valore lo que tiene y luche por lo que quiere”, expone con entusiasmo.

Lamentó que la cultura de la donación de órganos no esté arraigada en México. Comenta con satisfacción que cuando una de sus hermanas falleció por muerte cerebral, toda su familia donó sus riñones, pero uno de ellos no le funcionó a la persona que le fue trasplantado.

Una operación como la de ella no impide realizar los sueños, como los de ser mamá. Ella tuvo a sus hijos en parto natural y sin ninguna complicación. “Quiero decirle a estas personas que la vida no acaba y que no tengan miedo, pues después de una intervención de este tipo, uno puede llevar una vida normal”, afirmó quien para sus seres queridos es un ejemplo de vida.

CON INTENSIDAD

“Vivo un día como si fuera el último. Por eso yo le digo a la gente que valore lo que tiene y luche por lo que quiere”.

MARÍA EVA RAMÍREZ DE BURCIAGA, TRASPLANTADA

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