EL SIGLO DE TORREÓN
SAN PEDRO, COAH.- La vida le ha enseñado a ser fuerte y enfrentar los problemas. Para Patricia Gutiérrez no existe el descanso. Fue abandonada hace casi dos años por su esposo, dejándole tres hijos. Sola está logrando sacarlos adelante. Sin ayuda de nadie.
Doña Paty, como la conocen en la colonia La Trinidad, nunca ha soslayado las pruebas a que ha sido sometida a lo largo de sus 33 años de edad. Huérfana de padre y madre desde corta edad, se crió con su abuela materna con quien estuvo hasta su muerte.
Al quedar sola, tuvo que dejar sus estudios de comercio para trabajar de lleno y poder sostenerse. El horario le resultaba incompatible con la escuela y optó por laborar de tiempo completo.
Con el paso el tiempo, conoció a un hombre que la llevó al altar a los 18 años, con quien procreó a tres hijos: María Luisa, de 15 años; Alberto, de diez y Alfredo, de ocho. Para ella son su adoración.
Cuando Luis Alberto su esposo se quedó sin trabajo, lejos de rehacerse y buscar otro empleo, se refugió en la bebida, lo que inició largos años de sufrimiento y vejaciones, además de hambres, pues el poco dinero que obtenía nunca alcanzó para los gastos del hogar.
Un buen día, hace casi ya dos años, Patricia, luego de una alarga noche en vela, se enfrentó a su pareja a quien advirtió que de seguir así, lo dejaría irremediablemente. No fue necesario, él la abandonó a su suerte con sus tres hijos.
Sola ante la adversidad, la mujer pretendió negar su realidad por un tiempo, pero al ver que en nada resolvía su situación, sacó fuerza de la flaqueza y comenzó un pequeño negocio de comida que la ha ayudado a sacar adelante a sus hijos.
Mientras preparaba uno de los guisos que se le terminó, doña Paty comenta que poco a poco ha dio saliendo de la depresión en que se sumió cuando la dejó su marido. ?Hubo días en que pensé quitarme la vida. Pero luego pensé que ningún hombre vale la pena para hacer esto. Además, tengo a mis hijos. Ellos me dieron la fortaleza necesaria para seguir adelante y aquí estoy?.
Dice que la idea de poner un puesto de comida se la dio una vecina que fue testigo de las salvajes golpizas que le propinaba Luis Alberto. ?Ella me decía que lo dejara, pero para mí era difícil que los niños crecieran sin su padre. Luego me di cuenta que era lo mejor?.
Al principio, recuerda, casi no se vendía. Apenas sacaba lo que se invertía, pero al pasar los meses el negocio comenzó a prosperar. Poquito a poquito, no crea que fue rápido, pero ya venía más gente a comprar.
Camila, su vecina, de la que no se acordó de su apellido, la ayuda con los niños, incluso hasta iba a la escuela por ellos. Fue muy buena conmigo, pero un día se tuvo que ir a Monterrey, donde tenía una tía muy enferma y ya no regresó.
Patricia Gutiérrez asegura que sola logrará sacar adelante a sus hijos. ?No me hace falta marido. Estoy bien sola. Sin problemas. Las preocupaciones son las mismas, pero ya no hay golpes ni humillaciones?, dice.
INCANSABLE
La jornada de Patricia Gutiérrez comienza cada día a las cinco de la mañana, cuando se levanta para comenzar a preparar los diferentes guisos que ofrece en su pequeño negocio instalado en las afueras de su hogar.
?Antes de las siete, María Luisa, la mayor, ya se fue a la secundaria y mientras pongo a calentar el agua para que se bañen Beto y Freddy que están en primaria?, comenta.
Las oscuras ojeras que tiene doña Paty, son una prueba clara y veraz de las ?desmañanadas? que se da durante la semana.
Dice que al cuarto para las ocho, ya va en camino a la escuela a dejar a los niños. En el negocio se quedó una muchacha que le ayuda a hacer las gordas que ya están amasadas a su regreso, 20 minutos después.
Durante toda la mañana y hasta las tres de la tarde Patricia atiende a decenas de comensales que llegan a deleitarse con algunos de los guisos preparados con chicharrón con salsa verde, carne con chile, picadillo con rajas, frijoles con queso, asado, rajas con queso, entre otras.
Para las cinco de la tarde, mientras los niños hacen su tarea y una vez de terminar de lavar los utensilios, se encamina al mercado a comprar lo necesario para el día siguiente.
Su rutina es la misma durante la semana, salvo el domingo, cuando se levanta muy temprano para alcanzar agua y ponerse a lavar la ropa sucia.
A la pregunta de que si tanto trabajo no la cansa, doña Paty responde: ?ya descansaré cuando me muera?.