Gómez Palacio

RELATOS | Para doña Genarita, su jacal es una mansión...

CECILIA AGUILAR ACUÑA

La señora López Domínguez tiene más de 30 años elaborando tamales.

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- Las manos agrietadas de Genarita López Domínguez, durante más de 30 años han trabajado la masa que prepara para elaborar tamales de puerco y pollo. Actividad que, después de enviudar, fortaleció con el tiempo.

A sus 66 años, el sueño de su vida apenas está por convertirse en realidad. Siempre deseó tener una ?casita? y ahora la tiene. Aunque es de cartón y hule, pero para ella es como si fuera una mansión.

Su hogar se localiza en la colonia San Ángel, en terrenos que pertenecían a los ejidatarios de Vicente Nava. En un lugar donde la tierra suelta se levanta en remolinos que arrancan a su paso, las tablas, láminas y cobijas que forman las múltiples viviendas que ahí establecieron las familias que también sueñan con una vivienda digna, vive desde hace tres años la frágil mujer.

Muy joven quedó viuda ?realmente no recuerda la edad que tenía cuando acaeció la muerte de su esposo, pero su hijo el menor tenía 15 días de nacido-. Cuando esto sucedió manifiesta que sintió como que el mundo se le venía encima. Lejos de acobardarse, decidió enfrentarse a la vida por sus cuatro hijos.

Por mucho tiempo trabajó en las ?casas ricas de la colonia Las Rosas?. Trabajó muy duro limpiando pisos y fregando la ropa. Hasta que un día decidió elaborar tamales para vender. Al tiempo que sus hijos crecían la situación para ella empeoraba, pues eran más gastos y la renta de la casa donde vivía con ellos, cada vez era más alta.

Su mente siempre imaginaba una casa propia. Al pasar los años, sus hijos crecieron y formaron su propia familia. Como una manera de ayudarla, convinieron en llevarla a vivir temporadas con ellos. Con su hija la mayor, nunca vivió porque ella ?agarró? camino para Ciudad Juárez.

Es una mujer que fácilmente llora cuando recuerda algún episodio triste en su vida. Su voz se quiebra cuando manifiesta que desde hace 33 años que no la ve. ?Tengo hambre de verla, ya hasta su imagen en mi mente está distorsionada?.

De hecho es una situación extraña, pues desde que se fue con su familia para la ciudad fronteriza, si acaso unas cuantas cartas ha recibido de ella. Su hijo Manuel ?quien adquirió un terreno a un lado del de ella-, es quien la visitó hace un par de años, pero en estos momentos no saben nada de ella.

No están enojadas, sólo que la vida las alejó. ?Nos queremos y nos extrañamos, sólo que ni a ella y ni a mí, nos han llegado los recursos suficientes para planear el reencuentro... pues apenas saca uno para comer?, llora la ancianita.

Sus deseos de independizarse y no ser un estorbo para sus hijos, la llevaron a luchar por un pedazo de tierra, donde finalmente logró erigir su humilde jacal. De la venta de sus tamales debe sacar desde 150 y hasta 200 pesos semanales para pagar siete mil 500 pesos que es el costo total del espacio de tierra donde piensa morir.

Pero su sueño no termina ahí. Al concluir con dicho compromiso, con 200 pesos a la semana irá comprando material para construcción y al menos, levantar un cuarto. Las lágrimas brotan de los ojos de esta mujer que parece de más edad, debido a que perdió por completo su dentadura.

Platica que se levanta muy temprano para elaborar la masa y preparar el relleno de los tamales. Su meta es vender tres kilos diarios. Para las doce del día ya están listos.

?Agarro mis dos tinas y camino todo el terrenal, hasta llegar a la parada del camión en la colonia San Alberto, me bajo en la colonia Felipe Ángeles y de ahí camino hasta las colonias aledañas?, explica la mujer cuya piel marchita es testigo de las horas que pasa bajo el inclemente sol.

Después de un largo andar, cuando baja el sol, retorna a su hogar. La mujer manifiesta que hay ocasiones en que la bolsa con cuatro tamales a un costo de diez pesos la tiene que dar a la mitad, pues la gente no quiere pagar más por ellos.

?No importa, el caso es vender y no llegar a casa con la mercancía, pues la idea es juntar el abono de mi terrenito...?, añade con tono de tristeza mientras sus ojos miran las rugosidades formadas en el interior de sus manos.

EJEMPLO.

?Agarro mis dos tinas y camino todo el terrenal, hasta llegar a la parada del camión en la colonia San Alberto, me bajo en la colonia Felipe Ángeles y de ahí camino hasta las colonias aledañas?.

GENARITA LÓPEZ DOMÍNGUEZ,

VECINA DE LA

COL. SAN ÁNGEL

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