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Cristal Barrientos Torres

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Misión | Ha dedicado su vida al servicio

Luis González Luna y Morfín desde hace 50 años pertenece a la Compañía de Jesús

Torreón, Coah.- Ver la realidad de las personas que sufren es el único camino para cambiarle el corazón a cualquiera: a empresarios, a políticos o a los jóvenes, dice Luis González Luna y Morfín, sacerdote jesuita. Asegura que mientras haya alguien sin fe ni esperanza, él estará ahí para escuchar y ayudar a quien se lo pida.

Cuenta que una tarde del 12 de septiembre de 1955 ingresó al noviciado de jesuitas en Puente Grande, Jalisco. Desde hace 50 años pertenece a la Compañía de Jesús y la mayoría de sus estudios los cursó en Guadalajara; este domingo, en compañía de todos sus amigos y familiares, se realizará una eucaristía de acción de gracias.

Luis González Luna y Morfín lo mismo oficia misas en colonias marginadas de Torreón como en el Cereso de Gómez Palacio, lugar en el que dice, hay muchas injusticias, pero reconoce que también hay personas que mienten al asegurar que son inocentes.

-Mis padres fueron maravillosos, mi papá fue Efraín González Luna y mi madre fue Amparo Morfín de González Luna, él era a todo dar, muy bueno como padre y como político, tuve ocho hermanos y viví en una familia muy unida, muy alegre, nos daban mucha seguridad.

Desde los siete u ochos años de edad conoció las realidades de las personas más pobres, pues su padre convivía con campesinos y obreros, y su madre siempre lo acompañaba, por eso ambos hacían sus actividades en los barrios de Guadalajara.

-Crecí en ese ambiente, me enseñaron primero a conocer y luego a cuidar de la gente necesitada. Vi los tremendos sufrimientos que tenían, pero algo que los sostenía era el gran sentido de apoyo que había en los grupos, tenían una fe religiosa muy grande, me tocó conocer miserias humanas muy fuertes como el alcoholismo, entonces no había droga pero alcohol sí.

Ver las necesidades de los demás lo hizo reflexionar sobre las cosas materiales de la vida, por eso cree que la gente puede vivir con menos de lo que la publicidad dice. A pesar de estudiar en colegios de jesuitas, nunca se consideró un “fresa” o “niño popis”, y asegura que en esas casas de estudio le dieron una gran formación social.

-Sí era de una clase media alta pero en mi casa y en el colegio tuve un gran sentido social y de amor al prójimo. Mi padre me llevaba a las reuniones con obreros y nos enterábamos de cómo veían su vida.

La juventud de Luis González Luna y Morfín fue parecida a su niñez. Se la pasaba recorriendo los barrios más pobres de Guadalajara. Estudió dos años de la carrera de Derecho donde hizo grandes amigos que aún conserva.

-Viví una adolescencia y un principio de juventud muy tranquilo, muy feliz, era muy deportista, me encantaba el futbol, el tenis, ir al campo, era un ambiente muy sano, era otro mundo, antes ni había droga ni borracheras, gozábamos con cualquier cosa y nunca dábamos de qué hablar.

Para hacer grandes amigos, agrega, no se necesita más que ver a las personas de igual a igual, nada de bajar y subir la mirada, y sobre todo tenerles confianza. Pero mientras sus compañeros de estudios pensaban en tener novia y formar una familia, Luis González Luna y Morfín decidió dedicarle su vida a Dios.

-No fue una decisión que tomara de un día para otro, fue difícil, es un proceso de varios años, tuve el ejemplo de varios profesores míos que eran sacerdotes jesuitas y de gran calidad humana, los vi entregados a su vocación y la felicidad que sentían fue mi inspiración para querer conocer más y más a Jesucristo y vivir su amor con el servicio a los demás.

Pero no fue el único de su familia que optó por el sacerdocio, sus hermanos, Adalberto (qepd) y Manuel también decidieron dedicarle su vida a Dios, y asegura que sus padres les brindaron todo el apoyo necesario.

La época más feliz

Luis González Luna y Morfín no duda cuando asegura que la época más feliz de su vida fue en 1982 cuando fundó el patronato de la Universidad Iberoamericana, en donde actualmente es profesor, y comenta que desde hace 18 años trabaja como capellán en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Gómez Palacio.

Su labor como profesor le deja una gran satisfacción pero ser capellán del Cereso le ha permitido darse cuenta que en México hay muchas injusticias, situación que le molesta.

-No todos los presos son inocentes pero hay algunos que sí, que están ahí de verdad por injusticias terribles, por averiguaciones previas mal hechas que terminan por fastidiarlos, y luego a veces no saben ni leer y nada más ponen la huella digital.

Por eso el sacerdote asegura que México está muy lejos de ser un país justo y considera que es necesario una reforma al sistema judicial del país: “los principales problemas son la lentitud, hay casos que tienen más de dos años y no les dictan sentencia”.

Y como la gran mayoría de los internos son pobres y los abogados muy “pillos”, Luis González Luna y Morfín los ayuda a conseguir abogados y también donativos para pagarles por su servicio.

-Comencé dando misas pero vi que era necesario ayudarlos también con la defensa jurídica, pero estoy seguro que nada más atendemos a una mínima parte, no tenemos más recursos, necesitamos un equipo de abogados pero para eso hay que pagar. Los famosos defensores de oficio sirven para muy poco.

Está convencido que el Cereso de Gómez Palacio se encuentra muy lejos de brindar una readaptación social, “es muy doloroso ver tanta injusticia, pero el hecho de que los vayamos a ver ya les da esperanza a los presos porque sienten que hay alguien que se preocupa por ellos, no vamos a solucionar todo pero me acuerdo de lo que nos dijo un interno que obtuvo su libertad: ‘gracias a ustedes que nos visitaron no me suicidé, me demostraron que había alguien que se interesara por mí’, fue muy duro”.

Ya fuera de la cárcel, en los salones de clases, también hay una realidad: “los jóvenes tienen deseos de ser útiles en la vida, de encontrar personas a quien amar y personas que los amen, y se encuentran con que no tienen el apoyo de la sociedad, muchos de ellos se preguntan cuánto van a ganar después de tantos años de esfuerzo, hay algunos que se sienten desilusionados porque saben que no van a encontrar trabajo fácilmente”.

Por eso, después de 50 años de pertenecer a la Compañía de Jesús y 37 años de sacerdocio, aún siente que le falta mucho por hacer: “mientras haya injusticia hay que seguir buscando justicia, mientras haya gente que se quiera educar y formar será necesario darles apoyo, y mientras haya gente sin esperanza será necesario darles fe, pero sobre todo dejarnos llevar por Dios para ayudar a los demás, de lo contrario cómo”.

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