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México, df.- Hoy domingo concluye una de las etapas más contrastantes de la dirigencia del PRD en el Distrito Federal, cuando Agustín Guerrero entregue a Martí Batres Guadarrama y a Gilberto Ensástiga la presidencia y la secretaría general, respectivamente, durante un acto protocolario de su Consejo Estatal.
En medio del desprestigio que le ocasionaron los escándalos de corrupción en los que están involucrados varios de sus miembros tanto a escala nacional como local y el desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, el PRD logró un paradójico crecimiento electoral sin precedentes.
Y es que la truculencia interna y externa caracterizó a la PRD local en los últimos tres años, pues como se recordará el mismo proceso electoral para renovar dirigencia en marzo de 2002 enfrentó problemas y una lucha fratricida entre sus corrientes internas.
De manera sorprendente una alianza entre el Foro Nuevo Sol y Nueva Izquierda arrebató la dirigencia a la entonces Corriente de Izquierda Democrática que dirigía René Bejarano y su esposa Dolores Padierna.
Víctor Hugo Círigo derrotó a Agustín Guerrero en la elección de presidente, aunque no con la diferencia de votos suficiente, lo que le dio al segundo la posibilidad de ocupar la secretaría general.
No obstante, Guerrero Castillo accedió, un año después, a la presidencia del PRD capitalino por la dimisión de Círigo Vázquez, quien renunció para postularse a la candidatura por la jefatura delegacional en Iztapalapa, en el año 2003.
Agustín Guerrero hizo un balance en tres tiempos de su gestión que concluye hoy domingo. Una primera etapa difícil que tuvo que ver con los órganos internos que no le reconocieron el supuesto triunfo legítimo que, dice, obtuvo en la contienda interna.
“Estuve en la secretaría general desde junio de 2002 hasta el 18 de enero de 2003, tiempo en que se planeó la estrategia electoral para 2003 en que se eligieron diputados locales y federales”.
Recordó que en agosto de 2002 presentó la estrategia electoral consistente en el lema “La Fuerza de la esperanza”, con la que logró estabilizar al partido y superó momentos difíciles de mucha polarización por la elección interna.
Asumió la presidencia del partido el 18 de enero de 2003 y entonces vino la segunda etapa referente a la elección constitucional, en la que le fu muy bien al PRD.
“Recibí un partido con 19 diputados locales y obtuvimos 37, más del doble y mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa. Recibí diez delegaciones políticas y ganamos 13, recuperamos cuatro que estaban en manos del PAN: Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Cuajimalpa y Gustavo A. Madero”.
Agregó que el PRD pasó de 36 por ciento de las preferencias electorales que tenía en 2000 cuando ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal, a 43 por ciento en 2003, lo que repercutió en un mejoramiento de las finanzas del partido porque se incrementaron las prerrogativas del financiamiento público.
La tercera etapa, agregó, se abrió el primero de marzo de 2004 con los llamados videoescándalos y el supuesto complot que desembocó en el desafuero de López Obrador.
“Fueron momentos de crisis para el partido, se perdió la confianza entre los militantes, se paralizó el partido políticamente, se perdió autoridad frente a la ciudadanía y legitimidad en cuanto a la defensa de sus causas”, admitió.
Frente a esto, abundó, propuse para salir de ese trance, en mayo del año pasado, el Plan de los Cien Días, consistente en la marcha de las Cien Horas en el Zócalo, la Cadena Humana del ocho de agosto y la Movilización 29 de agosto al Zócalo en defensa del jefe de Gobierno.
En fin, Agustín Guerrero aseguró que entregará un partido fortalecido, con la moral alta y siendo el único instituto político realmente existente en el Distrito Federal.
“El PRI y el PAN están desaparecidos, no supieron capitalizar el ataque contra el jefe de Gobierno y el PRD. Ambos tienen cuando mucho cinco por ciento de las preferencias electorales y el PRD anda arriba de 60 por ciento”, afirmó.
Guerrero Castillo resaltó que además entregará la dirigencia a un integrante de su misma expresión política interna, pues su sucesor Martí Batres también es dirigente de Izquierda Democrática Nacional (IDN), antes CID, que capitaneaba René Bejarano.