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Retoma la cacería de vampiros

El País

Madrid, España.- Aunque el guionista y ahora debutante director David Goyer asegura que cuando escribió el primer Blade (que dirigió Stephen Norrington, en 1998) ya estaba concebido como una trilogía, lo cierto es que, de no haber funcionado tan bien en taquilla, difícilmente estaríamos hoy dedicándole este espacio a la tercera (y última, al parecer) entrega de esta saga. Una saga peculiar centrada en un vampiro negro, siempre encarnado por Wesley Snipes, que es la envidia de todos los demás de su especie porque puede pegarse unas vacaciones en el Caribe y no quemarse bajo el sol.

Esta característica única, y el hecho de ser un combatiente solitario que intenta exterminar a todos los chupasangre para asegurar la perpetuación de la raza humana, es el eje no solamente del cómic de la Marvel que le sirve de inspiración, sino de toda la trilogía cinematográfica que ahora, con Blade: Trinity, dirigida directamente por Goyer, cierra su ciclo.

Como personaje, Blade nació en 1973, siendo un secundario dentro del libro de cómics Tomb of Drácula; más tarde consiguió su propio programa de televisión y luego fue fundido con Spiderman. No ha sido, todo hay que decirlo, tan afortunado como otros superhéroes de la Marvel, y su paso al cine ha sido el que le ha convertido en un héroe popular.

Y es que también es atípico como superhéroe de la Marvel. Es uno de los pocos negros. No tiene una doble identidad, trabaja solo, lleva un traje estándar y, generalmente, no se involucra en asuntos humanos. Su misión única es cazar vampiros y dispone de toda una artillería creada por su mentor, el humano Whistler (Kris Kristofferson), que, funcionando como el Q de 007 en plan antivampiro, le ha inventado desde pistolas con balas de ajo, pasando por inyecciones de anticoagulante, hasta fulminantes bombas de rayos UVA que pulverizan a sus contrincantes de dientes afilados, sin olvidar, claro, su mítica espada de titanio.

El comienzo

En la ficción, nació en 1967, cuando una mujer negra embarazada ingresa en un hospital después de haber sido mordida por un vampiro. Ella perece, pero su hijo sobrevive. Siendo de naturaleza humana, pero contaminado por la sangre impura de su progenitora, Blade es un ser especial, un híbrido ciertamente raro que de los vampiros heredó su fuerza física y la sed por la sangre, que ha conseguido calmar gracias a un suero inventado por Whistler, mientras que de los humanos posee la longevidad (envejece y muere como uno de los nuestros), la inmunidad al ajo y a la plata, y la extraordinaria posibilidad de no ser consumido por la luz del Sol.

Carece de sentido del humor y no es demasiado locuaz. Odia a los vampiros y detesta alimentarse de humanos, a los que defiende. Nunca hace el amor y es reticente a las relaciones con las chicas, aunque cada filme tiene su heroína y su soterrada historia de amor. En las películas hay una enorme elipsis que se salta la infancia de Blade (¿una posible precuela?).

Sabemos que, siendo un vagabundo adolescente, fue recogido por Abraham Whistler, un descorazonado humano dedicado a cazar vampiros después de que uno mordiera mortalmente a sus dos hijas. En Blade II (2002), su director, el mexicano Guillermo del Toro, se permite en el prólogo mostrar una imagen fugaz de Blade joven cuando es encontrado por Whistler, pero no hay más referencias al asunto en toda la trilogía.

Toman sus libertades

Al haber sido escritas por Goyer, las tres películas muestran una cierta coherencia en el modo narrativo y unos definitivos rasgos estilísticos. Es indudable que la historia parte de la iconografía y mitología conocida de los vampiros, pero también se toma grandes libertades. El cambio de género es de las más notables. El tema de los chupasangre ha sido siempre del dominio de las películas de terror o, en contrapartida, de las comedias disparatadas. Sin embargo, los blade se ubican perfectamente en un género ajeno: el cine de acción. Super-acción habría que decir.

De ahí que renuncien a todas las connotaciones religiosas que hay alrededor de los vampiros, especialmente las relacionados con el temor a los crucifijos. De hecho, Blade: Trinity, que recurre al vampiro más famoso de todos, el conde Drácula, renombrado aquí como Drake (Dominic Purcell), lleva un llamativo crucifijo en el cuello que supone una auténtica desmitificación de las raíces religiosas del personaje y la prueba de que, según se explica, Drácula es muy anterior a la era cristiana.

La saga Blade se ubica en un mundo paralelo pero camuflado en el nuestro. Juega con la idea de que los vampiros están aquí y ahora entre nosotros, y tienen un papel relevante en la vida corporativa, eje del poder en la Tierra. Los de Blade son vampiros gays. Se drogan, son modernos, malvadillos, arrojados y frívolos (en la segunda vemos a una pareja que se besa colocándose hojillas en la lengua, y en esta tercera hay uno que se ha puesto colmillos de oro), usan tecnología informatizada, ambicionan apropiarse del planeta, controlan los bancos de sangre y tienen sus propias discotecas, que, por cierto, son una constante, y tanto Blade I como II tienen largas secuencias claves rodadas en ellas.

Salen de la oscuridad

Del primer Blade al tercero encontramos un notable avance en cuanto a la inserción de los vampiros en la sociedad. En la primera se habla de un Consejo, que es liderado por el antiguo vampiro Dragonetti (Udo Kier), con amplia influencia en el mundo de las finanzas, pero en la segunda, y en esta tercera, hay referencias a algo más gordo: la República, el Gobierno de la Nación Vampira.

Ya en el primer Blade se constataba el tipo de organización social que tienen los vampiros en la Tierra. Es un modelo aristocrático-burgués bastante exclusivo, en el que no faltan segregaciones. En la primera entrega, el verdadero conflicto entre Dragonetti y el villano Deacon Frost (Stephen Dorff) radica en que éste no es un pura sangre, es decir, es un humano que fue convertido, y eso le coloca un escalafón por debajo, pero en esta tercera se hace mucho énfasis en otra tipología, ?los aspirantes?, que no son más que humanos que se hacen vasallos de los vampiros con la esperanza de que algún día su amo los convierta.

Tal es el énfasis, que será uno de estos humanos el que genere uno de los conflictos principales de esta tercera película. Uno que, como los extremistas islámicos, accede a sacrificarse para facilitar la caída del temible caza-vampiros negro.

En esta tercera entrega hay otra novedad: es la primera vez que el submundo vampiro se cruza con el mundo de la sociedad civil, el de los humanos. La trampa que le tienden a Blade con el aspirante conduce a un cadáver (no olvidar que los vampiros al ser asesinados, literalmente, se hacen polvito), lo que hace que el FBI intervenga y, como es lógico, les parezca ridícula toda la historia de los vampiros en la Tierra y se inclinen más por la teoría, que este negro es más bien un serial killer psicópata. Sin embargo, todo este tinglado quedará pronto diluido cuando nos enteremos de que los altos cargos de la policía están ocupados por los vampiros, lo que reafirma la idea de su completa inserción en el mundo humano.

La ciencia presente

Por otro lado, sigue presente el entorno científico. Los blade están revestidos de un carácter médico, un esfuerzo por restarle importancia al aspecto sobrenatural y venderlo más como una mutación lógica o un virus, un claro intento por sembrar una inquietud, por hacer que nos preguntemos: ?¿Y si de verdad estuvieran por ahí??.

No es casual entonces que el primer Blade tenga a una hematologista (N?Bushe Wright) haciendo investigaciones en la sangre de los vampiros para encontrar una cura o que en esta nueva entrega haya una científica, la ciega Sommerfield (Natasha Lyonne), que ha hecho grandes avances en cuanto a la investigación de la sangre que corre por las venas de estos seres.

Pero es Blade II la que, en este sentido, va más lejos, haciendo suyo el auge de las investigaciones genéticas. La gran aportación de esta segunda parte son los segadores, una tercera fuerza, una raza de megavampiros insaciables que se alimentan indistintamente de humanos y vampiros (de ahí que Blade cree una alianza con sus archienemigos para combatir la nueva especie).

Sin embargo, al final descubriremos que los segadores no han salido de la nada sino que son un diseño de laboratorio hecho con distintos tipos de ADN, y que solamente necesitan la sangre de Blade para poder evolucionar hacia el soñado vampiro que camina bajo el sol. Vale decir, el vampiro perfecto, si es que eso puede existir.

Tiene su estructura definida

Los blade también coinciden en tener una similar estructura narrativa. Abren con un prólogo y cierran con un epílogo que, generalmente, deja abierta la puerta para una secuela.

Es bastante usual que ocurran en ciudades lejanas como Moscú o Praga. Sirven de presentación y despedida, pero, generalmente, hacen una aportación.

En el caso de los prólogos, abren alguna de las vertientes argumentales (el de Blade II, en un banco de sangre de Praga, hace una estupenda presentación de los segadores), y en el caso de los epílogos, sugieren continuidad o hacen algún guiño gracioso (como sucede en la segunda, que se desarrolla en Londres y acaba con el gag de Santiago Segura).

La primera secuencia es, generalmente, una larguísima escena de acción pura y dura, en la que vemos cómo opera Blade a la hora de cazar chupasangre. Mueren por miles y, como desaparecen sin dejar un rastro que la policía pueda seguir, dan un margen enorme.

Sigue con la presentación, por un lado, del villano de turno y sus intereses, y, por otro, de los aliados de Blade, que siempre son diferentes, pues en teoría no trabaja en equipo aunque siempre termine haciéndolo.

En esta tercera parte son los Nightstalkers, encabezados por Abigáil, una hija ilegítima de Whistler (Jessica Biel, a medio camino entre Buffy y Elektra) y Hannibal King (Ryan Reynolds), un ex miembro del clan de la villana Danica Talos (la ex musa del cine indie Parker Posey, en delirante intervención), que es la responsable de haber despertado en su tumba sumeria a Drake, el gran malo de la película.

Aunque la fórmula siempre apunta hacia la exterminación del vampiro negro, usualmente lo necesitan vivo porque su sangre y su capacidad de caminar bajo el sol es un tesoro genético que solucionaría el principal handicap de los malos para hacerse con el planeta.

Lo que suele suceder es que los vampiros tienen hacia Blade una mezcla de envidia y odio, no pueden admitir que esté de parte de los humanos y quieren cambiarle de bando, eliminarle o, lo más usual, usuarle para sus experimentos en la búsqueda de una solución para su incapacidad de vivir plenamente como los humanos.

Inequívocamente, tendremos siempre grandes peleas con abundantes efectos especiales y una batalla final entre los dos antagonistas que conduce a un triunfo de las fuerzas del bien. El combate Blade-Drake en Trinity, aparentemente, conduce a un final definitivo para la saga. Pero nunca se sabe.

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