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Reflexiones de Elsa

Margarita Zúñiga

Un profundo mensaje pronunció la doctora Elsa Margarita Zúñiga Galicia, en la graduación de la XLIV generación de Médicos Cirujanos egresados de la Universidad Autónoma de Coahuila, el 26 de mayo de 2005. Quizá el texto sea extenso, pero el contenido es aplicable para todo ser humano con deseos de ser exitoso en la actividad que desempeñe. Aquí las emotivas palabras.

Me dirijo con respeto a los distinguidos miembros del presidium, autoridades y maestros presentes, orgullosos padres, familiares y amigos, pero principalmente a los jóvenes que hoy se gradúan como médicos cirujanos.

Es difícil separar los sentimientos que me embargan como maestra de esta Facultad y madre de familia, bendiciones ambas que amo entrañablemente y me sentiré afortunada si mis palabras se convierten en eco del pensamiento de alguno de los presentes.

Asistimos hoy como testigos de uno de los momentos más importantes de la vida de estos jóvenes que lucen radiantes, emocionados y felices. Y no podemos menos que sentirnos conmovidos y contagiados por ellos. Todos los presentes, me atrevería a decir, pensamos que se lo merecen, que se merecen esa felicidad, que se merecen el lugar que hoy ocupan en este auditorio, que son muchos años de esfuerzos, de esfuerzos que iniciaron mucho antes de iniciar a esta Facultad, pero que una vez en ella se multiplicaron.

Quién de ustedes jóvenes, no vivió el pánico escénico al frente del aula, bajo la mirada crítica de un maestro que parecía saberlo todo; quien no recuerda lo difícil que fue, en los primeros años decodificar el extraño lenguaje médico que parecía más bien diseñado para impresionar pero que luego aprendimos que se remonta a nuestros orígenes como humanidad; esas noches que se hacían tan cortas ante trabajos tan largos e interminables, los periodos de exámenes que siempre llegaban demasiado pronto y muchas otras cosas. Afortunadamente matizados por bellos momentos de amistad, compañerismo y de pruebas de lealtad, todo lo cual ahora evocarán con nostalgia.

Y nosotros, los que los vemos, nos sentiremos muy orgullosos de haber contribuido a formar médicos capaces de cumplir con su función. Muy satisfechos de haber formado buenos seres humanos, ya que como decía el querido doctor Siller, maestro fundador de esta Facultad, sólo quien es buen hombre o mujer, podría ser buen médico. Y son precisamente estas ideas el motivo de mi reflexión.

¿Realmente lo hemos hecho bien? Autoridades, maestros y padres de familia. ¿Realmente hemos formado médicos capaces de cumplir con su misión, que es una misión con mucho amor y entrega? ¿Realmente hemos formado valiosos seres humanos? Educar, decía Sócrates, es alimentar el alma y el espíritu. ¿Realmente lo hemos hecho? ¿Hemos cumplido con nuestra misión de formar a estos jóvenes que eran arcilla en nuestras manos? ¿Hemos templado su voluntad, fortalecido su espíritu y cultivado su inteligencia como era nuestro deber?

¿Les hemos hecho sentir que la persona que tendrán enfrente es un ser humano, vulnerable, en desventaja, agobiado por la angustia, la incertidumbre y no pocas veces por el dolor y que a pesar de su desventaja y vulnerabilidad les va a entregar lo más valioso que un ser humano le puede entregar a otro, que es su confianza?

¿Hemos enfatizado suficiente que los pacientes no son números de expediente o de cama en un hospital, sino que son seres humanos con una historia personal y familiar rica y ansiosos por develarla a través de una mente inteligente y hermanada? ¿Los hemos hecho notar que ninguna herramienta tecnológica, por más moderna, sofisticada o de punta que sea, no será útil si no va acompañada de un genuino interés por ayudar y resolver un problema y que precisamente ninguna de estas herramientas sustituirá jamás, en el ánimo del paciente a un contacto afectuoso, una mirada que busca más allá de lo visible, a un oído que escucha más allá de las palabras y a una voz amable, despojada de arrogancia. Han podido observar que el éxito profesional no es proporcional al costo de la consulta, sino que será cuando un paciente regrese a buscarlos porque en ustedes encontró respuesta a sus necesidades?

Que éxito profesional se da al levantarse todos los días con la firme decisión de dar lo mejor de nosotros y dormir tranquilos en la noche, con la seguridad de haber cumplido con lo humanamente posible, porque más pronto que tarde se darán cuenta que la Medicina tiene limitaciones, no tiene dueño y quizá en esas ocasiones que no podemos ofrecer más nada como médicos cuando debemos rendirnos, sea que más necesaria es nuestra presencia con un enfermo. ¿Hemos dado ejemplo de respeto a todas las personas, de tolerancia a todas las ideas, opiniones e ideologías. De humildad al reconocer ?no sé? cuando un conocimiento escapa al ámbito de nuestra competencia, pero fomentamos su curiosidad científica al decir ?consultemos o investiguemos? Acciones que por lo demás, deberemos hacer toda la vida.

¿Hemos creado en ustedes conciencia que vayamos a donde vayamos, estemos donde estemos, pertenecemos por siempre a nuestra alma mater y que nuestro ejercicio profesional hablará por ella? No importa ser señalados si se puede demostrar, en el tiempo que sea necesario, que actuamos correctamente. ¿Sembramos en ustedes tal amor por esta Facultad que algunos desean regresar a ella al cabo de los años para tomar de nuestras manos la estafeta para continuar al frente del aula con la obligación de hacerlo mejor?

Si así lo hemos hecho, autoridades, maestros, padres de familia, entonces sí podemos sentirnos orgullosos de haber formado médicos capaces de superar cualquier reto y comprometidos con su misión. Si así lo hemos hecho, entonces podemos sentirnos satisfechos de haber moldeado seres humanos de gran calidad; si así ha sido, como lo creo, entonces podemos decirles a nuestros hijos, a nuestros alumnos: adelante jóvenes, la Medicina los necesita y el éxito los espera.

Ojalá que todos los dirigentes del deporte, así como los entrenadores se desempeñaran de acuerdo a esa mentalidad; México definitivamente estaría en un plano muy superior.

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