El Sureste mexicano, castigado duramente por el meteoro que dejó devastación, desolación, tristeza y miles de personas damnificadas, y algunas, desgraciadamente, fallecidas, se tiñó de naranja el fin de semana cuando los Jaguares lograron derrotar a las Águilas del América, y de paso, rompen una racha de imbatibilidad que ya era histórica.
Previo al cotejo, en un hecho que habla muy bien de ellos, ambos equipos estuvieron de paso en Tapachula para distribuir ayuda humanitaria y convivir con aquellos que sólo conservan la ilusión, puesto que lo han perdido todo. Fue de verdad emocionante, al grado de dejarlo a uno con el corazón en la garganta, ver a pequeños que antes de pedir comida solicitaban el autógrafo a sus ídolos, a esos héroes de carne y hueso a quienes sólo la tragedia hizo tangibles para ellos.
América se metió al Víctor Manuel Reyna de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, por cierto lleno hasta las banderas, con la firme intención de continuar con la leyenda de su eficacia y alargar la racha del invicto, pero enfrente se encontró con un cuadro ordenado, mentalmente blindado y con una condición física que equiparaba la evidente diferencia de planteles.
En la tribuna, el naranja del jaguar se mezclaba con el amarillo del águila, en una fiesta difícil de describir pero real y mágica, como casi todo lo que sucede en Chiapas.
¿Qué fué exactamente la racha que rompió el cuadro chiapaneco? Pues ni más ni menos que 28 partidos de Liga, la más larga en la historia del futbol mexicano; además, contando los juegos del Campeón de Campeones y los dos de la Copa Sudamericana, las Águilas tenían 32 partidos oficiales sin conocer la derrota.
Con el dolor lógico de ser vencidos y ver su racha cortada, me parece que el sábado América puso los cimientos para lograr el bicampeonato. Me explico: una cadena de juegos sin perder es obvio que genera una gran presión entre los jugadores, situación que queda distendida con esta derrota; por otro lado, las Águilas han venido cometiendo errores significativos en la defensa y en el planteamiento de los partidos que fueron tapados o minimizados precisamente por la importancia de la racha.
Hoy Mario Carrillo y sus pupilos se pueden dedicar con tranquilidad y mesura a plantear lo que queda de la temporada, lo que vendrá con una calificación anticipada y cómo encarar, de la mejor manera posible, la liguilla. Jaguares cumplió en lo futbolístico y en lo social. Ganó un juego bien complicado y llenó de felicidad a todo un Estado duramente golpeado por los elementos.
Ojalá que el sol de la victoria acompañe a la luz de la reconstrucción para los miles de hermanos que pese a no tener nada, lo entregan todo. El partido en sí resultó sumamente emocionante y América estuvo a un tris de hacer la travesura y sacar el resultado de último minuto. Las Águilas mostraron ese espíritu indómito de equipo grande y sólo el tiempo, la suerte y el árbitro José Abramo Lira impidieron el empate.
Ahora que hablando de arbitraje, por supuesto que influyó con sus errores a que el partido fuera así de reñido. Le obsequió un penal a Jaguares para empatar el partido, amonestó y expulsó por doble amarilla a Felipe Ayala en forma por demás injusta, dejando a los locales con diez jugadores desde el minuto 35, y dejó de sancionar un penal sobre Blanco en pleno tiempo de compensación. América vendió cara la derrota y Jaguares ganó el juego que tenía que ganar.
