En Presidencia hay dos grupos en pugna, mas no por posiciones de poder o por tratar de colocar sus respectivas agendas, sino por su visión de cómo se debe tratar el espinoso caso del desafuero del jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador y las cantidades industriales de ruido público que genera. Uno de los grupos considera que resulta incorrecto, un error de forma, el responder a los constantes ataques del tabasqueño, mientras que el otro sostiene que es imprescindible que la Presidencia de la República responda al lodo, las pataletas e insultos, con argumentos en tono e intención similares.
El segundo grupo se está imponiendo. El vocero del presidente, Rubén Aguilar, confió hace sólo unos meses, que uno de los más grandes errores de su antecesor, Alfonso Durazo, fue precisamente el permitir que la investidura presidencial fuera olímpicamente manchada prácticamente por quien quisiera y que ningún funcionario se tomara la molestia de contrarrestar con la postura de Los Pinos, el impacto mediático de los ataques, descalificaciones y denuestos contra Vicente Fox.
Simplemente la posición de Aguilar es que los funcionarios debían entrar a la guerra con las armas que propone el enemigo; evitar una dosis extra de desgaste para el presidente y que los secretarios y el propio vocero dieran la cara en cuanta trinchera fuera necesaria.
Concediendo que el presidente se encuentra más allá del bien y el mal y que son sus asesores y funcionarios del círculo cercano los que toman las decisiones sobre el asunto del desafuero y el nivel de respuesta ante los cuestionamientos de López Obrador, habría que reconocer al vocero Aguilar un nivel de influencia creciente, aunque algunos panistas como Francisco Barrio, cuestionen hoy que la Presidencia responda a pataletas.
A los ciudadanos nos queda lamentar que en el quehacer político en México se avance a pasos agigantados hacia un escenario monotemático -el famoso desafuero- y que éste se ventile invariablemente a nivel de ruido público. Independientemente de cuál de los grupos en Los Pinos tenga la razón, no deja de molestar que en el afán de desacralizar una institución como la Presidencia de la República se termine por reducirla a caja de resonancia de dimes y diretes.