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MOSCÚ, RUSIA.- La tenista Maria Sharapova se convirtió ayer en la primera mujer rusa en alcanzar el número uno del ranking de la WTA, cuando oficialmente reemplazó a la estadounidense Lindsay Davenport, lesionada.
Pese a no defender su título en Wimbledon este año, la joven de 18 años, nacida en Siberia, ha ganado tres torneos en lo que va de la temporada y acumuló suficientes puntos para superar a Davenport y cumplir uno de sus mayores sueños. Sin embargo, mientras la belleza de Sharapova y su determinación le han permitido ganar contratos millonarios y la han convertido en un fenómeno mundial, su figura sigue siendo algo así como un enigma en su propio país.
Muchos rusos aún la ven más como una estadounidense antes que una rusa, principalmente porque su formación tenística se produjo en Florida -en las famosas escuelas de Nick Bolletieri- y por su repetida negativa a representar a Rusia en competencias.
Y es que a los nueve años Maria dejó a su madre en Rusia y viajó a Estados Unidos junto a su padre, persiguiendo su sueño. Incluso el negarse a visitar su país ha contribuido a que sus compatriotas la hayan aislado en un circuito en que las rusas cada vez son más.
Sharapova, quien regularmente juega torneos menores en Asia, Europa y Australia, no ha jugado la Kremlin Cup -que entrega 1.3 millones de dólares en premios- en los últimos años. Y el año pasado ha sido ampliamente cubierto el escándalo que rodeó a su relación con Anastasia Myskina, a partir de las acusaciones que la campeona en Roland Garros hizo contra el padre de Sharapova.