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Russell Crowe pierde popularidad en Australia

Los australianos tienen una mala imagen del actor por sus constantes desplantes que han sido ventilados.

Agencias

Sydney, Australia .- Hace cinco años, las entradas para el primer concierto en Estados Unidos de la estrella de Gladiador, Russell Crowe y su banda de rock 30 Odd Foot of Grunts, se vendían a cientos de dólares tras el éxito de la cinta épica, que dio fama mundial a este tipo duro nacido en Nueva Zelanda.

A principios de año, los que llenaron la platea en el club de Sydney donde Crowe cantó canciones de su álbum en solitario My Hand My Herat, eran más familiares y amigos que fans acérrimos.

El contraste no podía ser más fuerte: un concierto con las entradas agotadas en Austin, Texas, y una actuación en el Vanguard, un pequeño local en la ciudad donde creció el artista. Crowe estuvo en la cumbre tras ganar un Óscar con Gladiador en 2000 y ser elogiado por la crítica al año siguiente por Una Mente Brillante.

Pero ahora a algunos les preocupa que se encuentre en un momento bajo, debido a su actitud fuera de la pantalla y una apreciación altiva de sus propias facultades.

Cinderella Man, la película en la que el actor de 41 años ha sido elogiado por su retrato del boxeador Jim Braddock durante la época de la Gran Depresión, no ha funcionado bien en taquilla y algunos han sugerido que se puede deber a sus rabietas fuera de la pantalla.

Los australianos, que en su momento aclamaron a Crowe como uno de los suyos, ahora parecen más felices de pensar en él como un intruso neozelandés.

La lista de ?vips? de Sydney que se tiraban de los pelos por una invitación a la boda de Crowe en 2003 con la australiana Danielle Spencer fue mucho más pequeña para el concierto del Vanguard.

Parte del encanto de Crowe es su imagen de diamante en bruto: como estudiante que deja los estudios y que sin embargo quiere donar su cerebro para la investigación médica; un bebedor de cerveza que acaba en una reyerta, un tipo al que nunca se ve más feliz que cuando anima a su equipo de rugby o un caprichoso millonario que halla satisfacción dando de comer a su ganado en su finca en Coffs Harbour, a un día de viaje por carretera del moderno apartamento en el puerto de Sydney que comparte con Danielle y el primer hijo de la pareja, Charlie.

Sin embargo, algunos detectan una parte oscura de su personalidad que se ha visto reflejada en sus estallidos de ira. En 1999 se vio envuelto en una pelea a las afueras de un club nocturno en Coffs Harbour.

Dos años después se vivió una fea escena durante la entrega de los premios británicos de cine, donde le dio una paliza al director Malcolm Gerrie después de que le hizo la afrenta de acortar su discurso tras recoger el premio al mejor actor.

Además hubo una reyerta en un restaurante de Londres con un compatriota de Nueva Zelanda. En Toronto, donde se rodó su última película en cartel, Crowe se vio envuelto en una escaramuza con un guardaespaldas. Luego llegó el escándalo en el hotel Mercer de Nueva York, durante la gira promocional de Cinderella Man. Crowe lanzó un teléfono al conserje del hotel después de no lograr ponerse en contacto con su esposa en Sydney. Fue arrestado bajo cargos de agresión.

El columnista de espectáculos James Parish, autor de un libro sobre los numeritos de los famosos de Hollywood, escribió que el incidente del hotel Mercer quizás incluso podría mejorar su imagen de bribón agradable y que iba a suponer un aliciente publicitario para Cinderella Man. Pero finalmente parece que no ocurrió así.

Los australianos son especialmente sensibles a cualquier mal comportamiento de Crowe. De forma justa o injusta se le responsabilizó de que fracasara Eucalyptus, una mega producción local basada en una novela y en la que iba a compartir cartel con Nicole Kidman. El rodaje fue cancelado el año pasado, justo cuando estaba a punto de empezar.

Quiere cerrar trato.

Russell Crowe está intentando cerrar un acuerdo financiero fuera de los tribunales con Néstor Estrada, el empleado de un hotel de Manhattan a quien el seis de junio el actor australiano arrojó un teléfono a la cara, en un arranque de ira al no poder contactar con su mujer, Danielle Spencer. La llamada, a buen seguro la más cara de su vida, puede costarle a Crowe la cantidad de más de nueve millones de dólares.

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