Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y ateniéndome a tan certera máxima y habiendo sido espectador de unos 35 Super Bowls (o Super Tazones, si le seguimos la corriente a los puristas del idioma), me considero con la suficiente experiencia como para saber a qué atenerme con esos eventos y poder pasarles al costo a mis amables lectores algunos tips que, en un día como hoy, nunca están de más.
Primero lo primero: quizá Dios nos creó iguales, pero a las dos semanas de nacidos como que muchos se desfasan. Así que resulta imposible tratar de la misma forma a todo el mundo en relación con algo tan delicado y trascendente como el campeonato de la NFL. Por tanto, hemos de hacer algunas distinciones y así ponerle cierta lógica y sensatez a un fenómeno que, lamento decirlo, cada año se aleja más de su propósito original y atrae a especímenes detestables que no deberían merodear en tan sagrado territorio. Pero en fin, son cosas de la mercadotecnia y la globalización (a la cual hay que echarle la culpa de todo).
Y para ordenar las cosas, vamos a seguir la Clasificación Universal de los Espectadores del Super Bowl (CUESBO), aprobada por la ONU en sesión extraordinaria de la Asamblea General del 31 de noviembre de 2003… la misma, por cierto, en que se proclamó la condena unánime al pirataje taiwanés de los garapiñados. Ventajas de haber expulsado a los de Taipei de tan augusto recinto.
La CUESBO supone que el Super Bowl se sigue en una casa habitación, no en algún bar lleno de villamelones, que sólo están ahí para decir que vieron el show de medio tiempo y pitorrearse de la fiera Ley Seca dominical que infructuosamente pretende imponer el Estado Libre y Soberano de Coahuila.
Según la CUESBO, los seres humanos se dividen en cuatro categorías:
Categoría A: Son los aficionados al futbol americano de hueso colorado. Los capaces de soplarse un juego Chicago-Detroit en domingo por la noche con tal de ver moverse un ovoide. Quienes llevan los colores de un equipo tatuados en el alma, corazón y vida y sudan y se acongojan durante los cinco meses de la temporada, lamentando hasta altas horas de la noche la descerebrada primera selección colegial de ese año. Los que son capaces de anunciar qué castigo fue marcado en el terreno antes de que los locutores de Azteca o Fox se hayan siquiera enterado que cayó un pañuelo (bueno, la verdad eso no tiene mucho mérito). Aquellos que han de combatir denodadamente cada domingo por la posesión del televisor, luchando en contra de pobres engañados que todavía piensan que el futbol mexicano es un deporte.
Categoría B: Aquellos que conocen y entienden más o menos las reglas del juego, pero no siguen la temporada con regularidad ni fervor. Usualmente son los especímenes que hasta diciembre se enteran de qué está ocurriendo en la liga y quizá se avienen a chutarse dos o tres juegos de postemporada. Son los que jugaban “tochito” en la calle sólo cuando estaba ponchado el balón de soccer que usaba toda la cuadra, en aquellas luminosas, interminables tardes de verano de la infancia.
Categoría C: Aquellos que no entienden nada del deporte y no pescan qué es un primero-y-diez ni aunque uno se los inyecte por vía intravenosa. Son de los que dirigen una mirada entre condescendiente y rencorosa a sus congéneres que no están profundamente interesados en el Drama del Descenso del peor de entre 18 pésimos equipos y que proclaman la superioridad del soccer en base al argumento de que cualquier retrasado mental puede entender sus reglas (al contrario de lo que ocurre con el americano). Sin comentarios…
Categoría D: Son los buitres que sólo se aparecen el domingo del Super Bowl para gorrear las chilacas con queso y esperan babeando a ver qué chamacona va a enseñar un pezón estrellado en el espectáculo del medio tiempo.
Una vez establecida tan clara división de la Humanidad, procedamos a las sugerencias más pertinentes para este día, dependiendo de la clasificación en que el respetable puede ubicarse:
Si usted pertenece a la Categoría A de la CUESBO, aléjese de todo ejemplar de las categorías C y D. Según el licenciado Burgoa, balearlos a la entrada de la casa para que no entren está tipificado en el Código Penal como “defensa propia”. Puede tolerar la presencia de seres de la Categoría B, pero a la segunda vez que le pidan que explique lo que es un receptor inelegible en zona de pase, está autorizado a darles en la cabeza con la charola… previamente desalojada, por supuesto.
Si usted pertenece a la Categoría B de la CUESBO, debería invitar a alguien de la Categoría A y agasajarlo como si fuera maharajá, narco de Puente Grande, diputado federal o cualquier parásito caro por el estilo. Si no lo hace, entonces lo más prudente es juntarse con otros de su categoría: en tierra de ciegos, el tuerto es rey; y ya sabrá usted si aguanta a especímenes categoría C y D. De cualquier forma, su proyecto alternativo de domingo no parece pintar muy bien que digamos.
Si usted pertenece a la Categoría C de la CUESBO, haga lo que le dé la gana. Que al cabo que, después de treinta minutos de no entender nada, le va a cambiar a ver la relampagueante dinámica y la profunda emoción del Santos-Tecos, esa maravilla de alto suspenso y brillante espectáculo. Además, la carne asada puede continuar per sécula seculorum.
Si usted pertenece a la Categoría D de la CUESBO, por razones eugenésicas debería considerar seriamente el suicidio ritual, de preferencia en masa, acompañado de otros de su especie.
Solventado ese asunto, pasemos a algunas recomendaciones de orden general, que se aplican a toda clasificación y circunstancia.
1.- No se arranque a consumir bebidas espirituosas sino hasta el momento del kick-off o sea (explicación para especímenes C y D), cuando empieza el partido en sí. Recuerde que la acción se inicia a las cinco de la tarde. Así que si comienza a darle a la beberecua desde las dos, a mitad del segundo cuarto no va a saber el marcador y al empezar el último período no va a saber ni quién está jugando. Lo cual, a esas alturas, no le va a importar mucho que digamos, de cualquier forma.
2.- No porte más de dos accesorios del equipo de su preferencia. La camiseta de su corredor favorito y un banderín son más que suficientes artilugios para demostrar su lealtad. Por simple decencia y consideración a sus compañeros de sala, no utilice trompetas ni matracas: los televisores son receptores únicamente y por más ruido que haga, nadie lo va a escuchar en Jacksonville.
3.- Procure no tener a la mano objetos contundentes que puedan ser arrojados a la pantalla en un momento de desesperación. Aunque uno deteste a Vinatieri, tirarle con un cenicero de cuarzo cuando está a tres mil kilómetros de distancia no es buena idea. Además de que su vecino, compadre o mujer no se la van a acabar de aquí a que se congele el Infierno.
4.- Si es mucha la urgencia, puede ir al baño en el medio tiempo. Los espectáculos que ahí se presentan, si no aparece Janet Jackson, suelen ser de muy discutible categoría. Aunque hoy va a estar el maestro McCartney… no sé si en andadera. Quizá al final nos enseñe el catéter del suero.
5.- Si usted es Categoría A, o lo es uno de sus invitados, tenga cerca el teléfono de un cardiólogo. Uno nunca sabe. Las dos intercepciones a O’Donell en el Super Bowl XXX me quitaron unos seis años de expectativa de vida. Y conozco al menos un caso de catatonia producida por el gol de campo fallado por Norwood en el SB XXV. También quién le manda irle a Buffalo.
En fin, atendiendo estos sabios consejos, disfrútelo. Aunque no estén los que quisiéramos.
Buzón: Desde Montreal, José Luis Saturno me informa que hay cuatro aldeas en Hungría que se llaman Mexiko, lo que quizá explique lo que comentábamos el domingo pasado sobre Auschwitz. ¿Por qué se llaman así? Tal vez como recuerdo de quien fuera príncipe de Hungría, un tal Maximiliano de Habsburgo.
Y Carlos O. Monfort, desde algún lugar de Estados Unidos, nos recuerda que, para no ser menos que Chalchihuites, los de Sombrerete, Zacatecas, dicen que ahí nació Tomás Alva Edison. Ésa ya me la habían contado, pero en relación con el pueblo de Guadalupe, también insigne estado de Zacatecas. Puro genio, pues.
Consejo no pedido para devolver patadas (en el trasero): Vea “Golpe bajo” (The longest yard, 1974), con Burt Reynolds, uno de los más divertidos juegos de futbol americano de la historia fílmica. Y vea también “Lo mejor de la vida“ (The best of times, 1986), con Robin Williams, sobre los efectos duraderos de un pase incompleto. Provecho.
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