De no haberse dado el huracán Katrina, quizá no hubiera sido tan impactante la crónica de los terremotos sufridos en el DF en 1985, tanto que propició que Miguel de La Madrid avalara sin lugar a dudas la ilegitimidad de Carlos Salinas de Gortari, aunque después se raje y la grotesca quiniela Diego Fernández de Cevallos y Bartlett se haga bolas.
Asimismo, no se hubiera sabido que Bush robó a Nueva Orleans el 44 por ciento de su presupuesto de protección para aplicarlo a su soñada destrucción de Irak.
Las catástrofes encueran a los políticos y revelan su responsabilidad y casi siempre su impunidad. La remembranza de los sismos en el DF, 8.1 de la escala de Richter (en 1932 hubo otro de 8.5 en Jalisco), fue muy emotiva, pero políticamente las crónicas fueron demasiado “light”.
Recordemos las repercusiones políticas de aquellos dramáticos momentos en que, como bien dijeron Fox y Monsiváis en TV, nació una sociedad civil estupenda en la capital, mucho más solidaria y eficaz que el Gobierno que la aplastara. Estuvo a punto de una gran rebelión contra la burocracia priista y sólo la detuvo la presencia del Ejército al que De la Madrid no le permitió hacer otra cosa que no fuera acordonar las ruinas e impedir ¡por la fuerza! que los ciudadanos mismos salvaran a su gente.
MMH aceptó el lunes “el error de no aparecer en TV el 19 de septiembre de 1985”. No habló de su peor equivocación: nombrar “general en jefe” a su compañero de parrandas, el regente del DF, Ramón Aguirre, en lugar de permitir que el Ejército cumpliera labores de salvamento para las que está entrenado.
Miles de personas le debieron su tormento y muerte. Los comentarios sobre la actitud del presidente, del regente, sobre funcionarios como el secretario de Ecología, arquitecto Guillermo Carrillo Arena y hasta sobre el mismo Ejército fueron de una ignorancia o de una indulgencia digna de los medios de comunicación tibios y solapadotes de otros tiempos.
Si se insiste hoy en aclarar la Guerra Sucia, si quieren encarcelar al presidente Echeverría por el dos de octubre y por el diez de junio, el 19 de septiembre era la ocasión de abrir los expedientes de la magna tragedia de los sismos de 1985.
Nadie señaló, por ejemplo, que todos los culpables de infinidad de muertes y de destrucción material han vivido desde entonces en una algodonada impunidad, no obstante que en aquel momento la Cámara de Diputados y los partidos de Oposición exigieron al PRI que se acusara con toda severidad a los responsables del desplome de decenas de edificios públicos, que fueron tumbas de miles de personas.
Los comentaristas de TV preguntaron a algunos colegas ¿Qué hizo usted ese día? A mí no me lo preguntaron, pero se lo cuento, lector.
Fui a Tlatelolco y a las ruinas del Centro Médico. En ambos lugares encontré huellas de criminales corrupciones que describí después en la revista Siempre! y en Excélsior. En el Centro Médico arquitectos amigos me enseñaron en las ruinas del Hospital Juárez y del Hospital General, entre muchos más, trabes partidas o hechas charamusca que mostraban dentro del concreto: ¡pedazos sueltos de varilla!
No estaban armadas. “¿Quién era el jefe de supervisores de obra de la Comisión Constructora y de Ingeniería Sanitaria de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (liquidada por José López Portillo) que erigió las salas del Hospital Juárez y del Hospital General donde murieron cientos de pasantes, médicos, enfermeras, afanadoras, mozos y como 400 parturientas con sus nenes? Pues nada menos que el glorioso arquitecto Guillermo Carrillo Arena. Así resulta que no es sólo un mentiroso y un ratero sino un multihomicida”, escribió Raúl Prieto, “Nikito Nipongo”, también en Excélsior.
El arquitecto, secretario de Ecología, descaradamente enriquecido En la “chafa” construcción oficial priista, tanto en la capital como en Guerrero al amparo del figueroísmo, es con su jefe De la Madrid el riquísimo “Hombre Gris”, ejemplo de la escandalosa impunidad priista.
Guillermo Carrillo Arena es dueño en Acapulco de valiosos edificios sobre la playa, que sí están armados con mucha varilla.
-“Despedí al secretario de Ecología, porque no sabía tratar a los damnificados” dijo también el lunes MMH. Debió enjuiciarlo, pero prefirió hacer negocio con el temblor. Esta información que recabé en Tlatelolco se publicó en la revista Siempre! número 1686 16/10/1985: “Hablando con los damnificados del edificio Nuevo León de Tlatelolco en el que murieron alrededor de 600 personas y muchas más quedaron en la calle, me enteré de la manera en que el Gobierno quiere quitarse de encima a estos ‘latosos’”.
Los pone en manos de la Sedue, es decir de Carrillo Arena, cortando los lazos legales que la gente del edificio tiene con Banobras, con Fonhapo (Fondo Nacional de Habitaciones Populares), con AISA (Administración Inmobiliaria, S.A.) organismos dependientes del Gobierno, de la Secretaría de Hacienda y de Programación y Presupuesto (De la Madrid fue el titular en el sexenio pasado).
Tajante manera de dejar a los damnificados en situación de indefensión legal ¡puesto que se exime a los responsables (el Gobierno) del desplome de toda investigación y acusación!
La Sedue, con Carrillo Arena, siguiendo su afición a los negocios, está dispuesto a sacar raja de los damnificados en lugar de indemnizarlos.Les mandó su catálogo de viviendas.
Tipo 1: 2 recámaras, sala-comedor, cocina, baño; para los que demuestren tener un ingreso mensual entre tal y tal cifra (de la época). Tipo 2: Lo mismo, pero más amplio y más caro, etcétera.
Los damnificados del Nuevo León, en la calle, mostrando las heridas que les infligió el terremoto en su edificio, que se sostuvo sólo 40 segundos, sufriendo toda suerte de pérdidas, son acosados por los “agentes de ventas” del Gobierno de MMH, de su operador Carrillo Arena. ¿Cuántos más cuervos priistas quedaron y siguen impunes?
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