Al gran creador del “Periodismo Civil”, Paco Huerta,
in memoriam
Al pobrecito de Dick Cheney se le esfumó por fin el inmenso presupuesto del Departamento de la Defensa. Era 1989 y había terminado “La Guerra Fría” con la URSS, tan benéfica para la economía de USA. Tenía que encontrar otra manera: 1.- De seguir haciendo negocio. 2.- De mantener al mundo aterrorizado, pero “defendido” por la potencia ahora unipolar. 3.- De presentar a los votantes gringos un buen pretexto para seguir invadiendo tierras ajenas. Como vemos, ¡nada ha cambiado mucho¡, Dick Cheney, hoy vicepresidente de George Bush Jr., electo esta vez por tres millones de robots aterrados por el terrorismo que él mismo creó para agenciarse el voto cretino y justificar su destrucción de Irak, era entonces secretario de la Defensa. Papa Doc Bush, ex director de la CIA, interesado en el petróleo de Oriente Medio (y también en la heroína en Afganistán y anexas), vicepresidente de Ronald Reagan, lo reemplazaba en el trono imperial y presentaba al Congreso el dos de septiembre de 1989 su “Estrategia para el Control de las Drogas”, una política prohibicionista, basada en el castigo y la penalización de los países productores de droga. El famoso investigador y lingüista Noam Chaomsky, del Instituto Tecnológico de Massachusetts opinaría: “La Guerra de las Drogas sustituye en Estados Unidos a la Guerra Fría como instrumento de control social y la cruzada contra el general panameño Manuel Antonio Noriega es un ejemplo perfecto de ello. Durante la Presidencia de Ronald Reagan el Gobierno estadounidense manejó la amenaza soviética para justificar un gigantesco rearme y eventuales intervenciones en el Tercer Mundo”. La Estrategia provocó el rechazo de otras personalidades de diferente perfil político. Por ejemplo, el siete de ese mismo septiembre, el Premio Nobel Milton Friedman, publicó en el Wall Street Journal una carta abierta al presidente Bush I, en la que se manifestaba contra la nueva política y sostenía que lo único que podía detener el narcotráfico era la legalización de las drogas: “La ilegalidad, decía, crea utilidades obscenas que financian las tácticas asesinas de los señores de la droga, lleva corrupción a los funcionarios que aplican la Ley y monopoliza los esfuerzos de las fuerzas honestas de la Ley de tal manera que se quedan sin recursos para luchar contra delitos simples”. Muchas otras opiniones mundiales se opusieron a la política de Bush, pero como se sabe, los hombres de ese apellido son tenaces en la defensa de sus intereses...
“El negocio más rentable de Estados Unidos” llamó al narcotráfico Alan García, ex presidente de Perú, al que el Gobierno gringo combatió y destruyó con el mismo viejo argumento del “populismo incompetente” y “la corrupción latinoamericana” que hoy utiliza contra todo líder que no se pliega a sus designios. Tras la reunión de 1990 en Cartagena entre Colombia, Bolivia, Perú y USA para fijar “El plan andino” sobre la producción de drogas en esos países, Alan García presentó un profundo estudio de lo que sucede en América Latina con la producción, la miseria local y... los gringos, que concluye con la tesis “La lucha contra el narcotráfico es también una lucha contra el imperialismo”. Conviene recordar y retomar esta conclusión hoy tras la abierta intención de intervención, enunciada en la famosa y torpe Carta que publicó el 26 de enero pasado Tony Garza, al cual sinceramente es imposible aplicar el tratamiento de “Excelencia” que le correspondería como embajador de USA en México; La Guerra de las Drogas de Papi Bush en los 90 y La Guerra contra el Terrorismo de Baby Bush en el nuevo siglo son lo mismo. Pero hoy, sin dejar a un lado la cruzada contra el terrorismo que se aplica sobre todo en el Oriente Medio, Bush, Dick Cheney & Co., parecen haber diseñado para México en especial una “Nueva Guerra de las Drogas”, con constantes ejecuciones masivas y la toma de los establecimientos penales por los narcos “mexicanos”.
¿Qué mejor motivo para una intervención? Hay que defender a los ciudadanos fronterizos y entrar al país vecino a ayudar a sus amigos, los incompetentes panistas, a combatir el narcotráfico. Sólo que a ellos, tan dóciles y entreguistas antes, esto no les gustó. Por lo visto, Baby Doc Bush en su segundo y este sí legítimo mandato presidencial -¡qué karma se echaron encima los votantes que volvieron a imponerle al planeta a semejante criminal!-, está más aferrado que nunca a las ideas de su papá y de Dick Cheney.
Ha decidido seguir utilizando, con algunas novedades, el erróneo concepto de la Estrategia para el Control de la Drogas de 1989, es decir, tiene la intención de mantener el negociazo, impensable sin la dirección del Gobierno gringo (y de otros), fincado en violencia, represión e intervención, método que lejos de combatir el problema lo ha propaga cada día. Hoy a nadie le queda duda que los argumentos seudomoralistas que se oponen a la legalización, única salida que tiene la humanidad para enfrentar el magno problema, sólo sirven para mantener el inmenso éxito financiero del narcotráfico que se debe sobre todo a que el consumo es ilegal. Si no lo fuera, si se hubieran legalizado algunas drogas, disminuirían drásticamente las ganancias del negocio más importante de la historia, quizás disminuiría poco a poco el consumo, pero sobre todo, desaparecerían los cada vez más numerosos narcocrímenes que tienen al mundo global en jaque.
Pero esto es algo que no le interesa al Gobierno de George W. Bush. Al contrario: A mayor violencia, mayor posibilidad de enriquecimiento, de dominio y de intervención. Tenía sus razones el presidente Fox para mostrarse abatido en la foto que le tomaron después de la carta de Tony Garza. (Utilicé para este artículo informaciones de mi libro “La Guerra de las Drogas, Grijalbo, 1991).
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