Le atinó Greenpeace: “Pemex es un foco rojo”. Por fin oficialmente alguien lo dijo, aunque hace mucho, que está prendido y los políticos se hicieron de la vista gorda. Y es que sus instalaciones son viejas, no se reemplazaron y sobre todo, desde la entrada al poder en 1982 de los presidentes neoliberales, no recibieron el mantenimiento debido.
Eso querían. Para poder ir minando a Pemex y cumplir con su largamente demandada privatización so pretexto de que “ya no sirve”, se empezó por recurrir a la eliminación del sindicato petrolero encabezado por Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”.
Lo mejor de todo es que para tal efecto se usó el pretexto moralizador de terminar con la real y enorme corrupción de dicho sindicato, sin que jamás se dijera que además de corrupto, era en extremo eficaz en el citado mantenimiento de las instalaciones.
Y es que además tenía otro defecto: Era nacionalista. Así pues el iniciador del plan neoliberal contra México, Miguel de La Madrid, “valientemente” inició el pleito contra “La Quina”, sin poder acabarlo.
Todavía se le veía abrazándolo en TV. El sindicato petrolero, con abolladuras pero vivo, votó en las elecciones de 1988 contra Carlos Salinas, porque sabía lo que se tramaba.
Una vez asaltado el poder, Salinas se hizo cargo de todos los grupos que no lo habían querido. Le armó al líder petrolero un teatro impresionante y ampliamente conocido con cadáveres importados entre otras particularidades, lo acusó de todo y lo encarceló.
Terminó entre palmas con un sindicato petrolero corrupto, pero competente y repitamos, nacionalista, para poner otro aún más corrupto en su lugar ¿o acaso la danza de millones no ha sido mayor? pero obediente a la consigna “Maten a Pemex” para que la podamos vender.
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Hoy el derrame le viene a Fox como anillo al dedo. Lo sucedido en el río Coatzacoalcos, calificado de “ecocidio” por la organización ambientalista y por la Profepa de Luege, la procuraduría panista de defensa del medio ambiente, refuerza con el mismo viejo argumento descalificador, las ansias entreguistas y privatizadores de un presidente, émulo del “vendelotodo” Menem, que no ha podido convencer a los mexicanos, como aquél a los argentinos, de que es necesario que se deshagan a la brevedad posible de su riqueza para favorecer intereses privados nacionales o extranjeros.
De los primeros que hacen cola para comprar por nada la alta deuda de una compañía cada vez más minada y a la vez constantemente ordeñada para mantener al Gobierno, de su crudo (sin valor agregado, sin inversiones, sin exploración de nuevas reservas).
Se señala a Carlos Hank Rohn, a Lorenzo Zambrano y hay un tercero. Por los extranjeros está el banco español BBVA que así como sus antepasados se chuparon el oro de México, hoy quiere contar entre sus haberes el oro negro de la Nueva España en la reconquista bancaria.
Pero hay otros individuos y compañías, amigos del nuevo director Ramírez Corzo (que goza de patente de corso) que ya usufructúan nuestro petróleo, como han denunciado senadores encabezados por Manuel Bartlett, a través de la licitación de cuando menos cinco contratos “de Servicios Múltiples”, en Burgos.
Fox ha permitido y alentado que se viole la Constitución, algo que a la tremenda Corte le pasa de noche. Si México tuviera una pequeña parte de la dignidad del pequeño Ecuador, tendría en la destrucción sistemática y muy larga de Pemex para posibilitar su venta, motivos más que suficientes para encarcelar no a uno sino a cada uno de los presidentes, vivos y uno vigente que siguen el santanesco mandato del entreguismo.
La destrucción de la empresa que mantiene al país es sólo una de sus muchas otras culpas y la alta voracidad y corrupción parecen aquejar también al dueño de San Cristóbal, el honrado Fox que en el papel gana más que su admirado Bush, pero no lo bastante para comprar las propiedades que se le están adjudicando. Por ejemplo inmensas extensiones tanto en Veracruz (cerca de Coatepec) -de ahí su interés en imponer un panista en la gubernatura- y un grandísimo rancho de toronjas en Texas en un lugar llamado Cimarrón.
Aparte está haciendo su agosto con la venta de playas a extranjeros por un pedazo de pan, pero miles y miles metros. Igual se habla del capricho de apropiarse de una playa ejidal en Michoacán (tierra de su actual aliado contra el Peje). ¿Serán mentiras?
Le toca investigar a los que pagamos para esa tarea. Y a mí no me tilden de “infame” (como cuando denuncié al pobrecito de Raúl, a principios de los 90) al reproducir esto que informa gente de las regiones mencionadas.
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Al foco rojo de los norteños que acaban de confesar en la reunión de los cónsules en un 56 por ciento que estarían dispuestos a ser anexados por lo gringos, como lo prevé la vieja leyenda de la división de México, no lo dejemos en el desván de las vaciladas.
Le cuento, lector, esa vieja leyenda que según mi fuente se suscitó al principio de la II Guerra, cuando aquello del “Buen Vecino”. Se llamaba entonces Roosevelt y era monísimo: No se tentó el corazón para invitar a los japoneses a bombardear Pearl Harbor con tal de tener pretexto para entrar a la guerra. (vea mi página web, octubre 2002).
Ese mismo que obligó a México a hacerlo, hundiendo el Potrero del Llano. Pues ese famoso presidente, según le contó el agregado militar de la entonces embajada gringa a un traductor, tenía el deseo futuro de trazar una línea de Matamoros a Mazatlán, para que la frontera quedara derechita. Quería cumplir el sueño de 2005 de un 56 por ciento de norteños. Fue el tiempo en que el presidente de México empezó a mandar braceros a USA, esos mismos que todavía hoy se quejan que dicho Gobierno les robó su paga. Lo malo es que los gringos se embolsarían el Mar de Cortés.
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