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Se queja Woody de la falta de apoyo

El País

Madrid, España.- Las piernas cruzadas, un traje marrón, el pelo revuelto hacia delante, como un Séneca de la modernidad, las eternas e inconfundibles gafas de pasta, que lo mismo le sirven para darse buenos revolcones con sus musas rubias, que para ocultar una mirada furtiva y certera sobre todo lo que le rodea.

Así se presentó el domingo Woody Allen (Nueva York, 1935) en Oviedo, la ciudad que le ha encantado con la varita mágica de su ritmo enemigo de la vorágine, para dar una charla multitudinaria en el Auditorio Príncipe Felipe ante 2.500 personas, en uno de los actos estrella con los que la Fundación de los Premios Príncipe de Asturias -cuyo presidente Graciano García introdujo la charla- ha querido celebrar el 25º aniversario de su existencia.

Allen, que el jueves presentó en Cannes, aclamado, su última película, Match Point, recaló en Asturias con su esposa, Soon Yi; sus dos hijas y su hermana, para reafirmar su compromiso con una ciudad que le ha seducido y a la que seguirá vinculado con su apoyo a una fundación que promueva el cine independiente y de autor.

Natural, sobre todo en alguien como él, sensible y neurótico, eterno miedoso, pero artista firme y arriesgado siempre, que va por libre y que reniega de gran parte del cine que se hace en su país, como dejó patente ayer cada vez que respondía a las preguntas de su colega José Luis Garci.

?En Estados Unidos es muy difícil hoy hacer la película que quieres?, aseguró Allen, que también relató por qué ha rodado Match point en Londres: ?Los estudios querían controlarlo todo y yo dije que no?, afirmó. Así que cogió el macuto, las cámaras y a la familia y se fue a rodar a Inglaterra, donde le ha iluminado la suerte. ?Todo estaba como bendecido en esta película. Cuando necesitábamos un determinado clima, lo teníamos, cuando los actores improvisaban, encajaba. Ha sido muy estimulante desde un punto de vista artístico, tanto que pienso volver a rodar allí este verano?, dijo.

Observa con tristeza que los grandes estudios de su país han lanzado el cine por un barranco y, además, las nuevas generaciones están huérfanas de maestros: ?En nuestra generación, en Nueva York, esperábamos las nuevas películas europeas muy expectantes. Las veíamos y discutíamos sobre ellas. Ahora, no saben quién es Buñuel, ni Dreyer, no porque lo desprecien y no les vaya a gustar, simplemente porque no tienen acceso a ellos?, dice preocupado.

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