La sucesión del primado de San Pedro dentro de la Iglesia Católica, constituye un reto a vencer para esa institución, una vez fallecido Juan Pablo II.
Las repercusiones políticas de la sucesión a nivel mundial, son de la dimensión que tiene la Iglesia Católica en el Mundo. El Papa recién fallecido fue pieza clave en la heroica lucha de resistencia en contra del totalitarismo en su patria y factor importante en la caída del imperio comunista con sede en Moscú.
Durante el papado de Juan Pablo II, la Iglesia también mantuvo un diverso frente de lucha contra la guerra y la pobreza, mediante una interpelación constante hacia los gobiernos de los países poderosos, que se han visto apáticos para contribuir a la creación de un nuevo orden internacional que ofrezca solución por vía diplomática a los conflictos bélicos y que trabaje por reducir las abismales diferencias entre ricos y pobres.
El tercer frente sostenido por la Iglesia en el último cuarto del siglo XX, concierne a una tensión al interior por procesar su adaptación al mundo moderno emprendida en el Concilio Vaticano II, que salió de las manos de los papas precedentes y que en cambio, Juan Pablo II supo llevar por los cauces debidos.
Esta última tarea tampoco ha estado exenta de dificultades, pues Juan Pablo II pasa a la historia como un Papa conservador que no satisface las expectativas mundanas en ciertas materias (control natal, divorcio, aborto eutanasia, manipulación genética, etcétera), al tiempo que no convence plenamente a los católicos más conservadores.
Otro tema a considerar es la relación del Papa con los medios de comunicación y como figura en dichos medios, lo que suele ser resaltado en estos días. Juan Pablo II generó un fenómeno en los medios de comunicación, que debe ser tratado en su justa dimensión.
Juan Pablo II fue un Papa cuyo desempeño repercutió en toda la Iglesia, a partir de talentos que están a la vista y un intenso trabajo personal; viajó por todo el mundo y estuvo en contacto real con la sociedad de su tiempo a través de numerosos dirigentes civiles y religiosos y de grandes masas, lo que le erigió en un líder mundial por sí mismo y en virtud de su investidura.
El liderazgo de Juan Pablo II no es artificial ni es creación de los medios de comunicación. Los medios le dieron la cobertura que ameritaban las circunstancias y el hombre de pensamiento y de acción, interactuó con ellos de manera recíproca aprovechando la difusión, agradeciendo los apoyos y respondiendo a las críticas.
Una sombra en el trato de los medios de comunicación con la Iglesia contemporánea, la ofrece la insistencia de algunos por someter a la grey católica al escrutinio del cumplimiento moral y religioso en términos estadísticos. En el caso de la Iglesia Católica, (no ocurre con ninguna otra religión) es frecuente que los medios determinen el número de fieles católicos (más de mil millones en el mundo) y enseguida acoten insistiendo en que un alto porcentaje de esos fieles no siguen los preceptos de las Iglesia porque no van a misa, no comulgan o se divorcian.
La perspectiva es absurda. El cristianismo no es una ideología de super masas o super hombres; se trata de una religión en la que sus seguidores se reconocen pecadores y ponen en manos de Dios sus posibilidades de ser perdonados y redimidos, en términos de un orden moral por edificar en el Mundo al que aspiran y por el cuál trabajan.
En ese equilibrio inestable entre el mundo presente y el más allá, ha transcurrido la historia de la Iglesia por dos mil años; así fue durante el Pontificado de Juan Pablo II y es previsible que de la misma manera continúe.
El largo Pontificado de Karol Wojtyla de veintiséis años, por mera conjetura aritmética nos permite advertir que el Cónclave que elegirá a quien lo suceda (114 de 117 Cardenales) y la Curia Vaticana que equivale al Gabinete de Gobierno de la Iglesia, están integrados por prelados designados por el Papa polaco.
Los católicos creen y confían en que el Espíritu Santo es quien gobierna a la Iglesia. Con independencia de esa consideración, es fácil prever que el sucesor de Juan Pablo II, será designado de entre los más allegados al Pontífice finado.
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