?Ni el Gobierno ni los partidos quieren hablar abiertamente de la necesidad de una ?reforma petrolera?, como si el tabú histórico... nos impidiera llamar a las cosas por su nombre?.
David Shields
México es el sexto productor de petróleo en el mundo. En 2004 extrajo 3.4 millones de barriles de crudo del subsuelo cada día. Sin embargo, se encuentra en el lugar número 14 en reservas probadas: sólo 14,600 millones de barriles, según el Oil & Gas Journal. Esto significa que en 12 años nos acabaremos nuestras actuales reservas de petróleo. En Arabia Saudita, la cifra equivalente es de 81 años.
Somos, de hecho, el país del mundo que, con su actual ritmo de producción, más rápido acabará con sus reservas probadas de petróleo. Este simple hecho debería hacernos reflexionar sobre nuestra política petrolera. No es que no haya más petróleo en el subsuelo mexicano. El problema es que, por falta de recursos, no hemos estado explorando para buscar nuevas reservas.
De las 20 petroleras más importantes del mundo, Pemex es la única que registra pérdidas. El Petroleum Intelligence Weekly señalaba, en enero de 2004, que Pemex había tenido una pérdida neta de tres mil 617 millones de dólares contra ingresos brutos de 55,926 millones de dólares. Las pérdidas no disminuyen, aun cuando aumenten los ingresos, debido a los impuestos confiscatorios que Hacienda le cobra a la empresa. En 2004, cuando los ingresos brutos aumentaron a 69,100 millones de dólares, se siguió registrando una pérdida neta, esta vez de un mil 300 millones de dólares.
Quizá porque no hay ninguna intención de convertir a Pemex en una empresa rentable, la empresa no escatima en gasto en personal. De hecho, es la segunda petrolera del mundo por el número de plazas laborales que tiene (sólo la rebasa PetroChina). En 2003, Pemex registraba 138,215 empleados y trabajadores, lo cual implicaba un ingreso bruto de 404,807 dólares por empleado. La empresa estadounidense Exxon, que tuvo ingresos brutos por 222,654 millones de dólares en 2003, tenía mientras tanto 88,000 empleados. El ingreso bruto por empleado era así de 2,530,159 dólares: seis veces superior al de Pemex. El número de trabajadores de Pemex, sin embargo, sube en lugar de bajar. Al cierre de 2004, la empresa registraba ya 142,145 empleados. Tres mil 930 más que en 2003.
Por cada dos trabajadores en activo, por otra parte, en Pemex hay un jubilado. En 2002 la paraestatal tenía 69 mil trabajadores jubilados. El número asciende con rapidez debido a que los trabajadores pueden retirarse a los 55 años de edad. Al cierre del 2002 el pasivo laboral de Pemex era de 199 mil millones de pesos. Para el 31 de diciembre de 2004 ascendía ya a 347mil millones de pesos.
Si bien el nuevo régimen fiscal que el Congreso aprobado este mes para Pemex puede posponer un tiempo lo inevitable, los pasivos de la empresa se han venido incrementando a una tasa superior que la de sus activos. Al cierre de 2004, los activos de Pemex eran de 90,400 millones de dólares mientras que sus pasivos eran de 85,200 millones de dólares. Esto significa que el patrimonio de la empresa es de apenas cinco mil 200 millones de dólares. De hecho, si se aplican las prácticas contables generalmente aceptadas en Estados Unidos, el patrimonio de la empresa es ya negativo desde 2003. En otras palabras, la empresa está en bancarrota formal. Pemex ha conseguido algo que parecía fuera del alcance de cualquier empresa petrolera en un momento en que los precios del petróleo se encuentran en sus niveles más altos en 25 años: la quiebra.
Muchas de las cifras que se citan en este artículo han sido tomadas del libro Pemex: la reforma petrolera de David Shields (Editorial Planeta Mexicana; 2005). En ese volumen el autor ofrece una serie de propuestas para reformar a la que sigue siendo y por mucho la mayor empresa de nuestro país. Podrá uno escoger una u otra opción, pero lo que debe quedar claro es que la situación actual no puede continuar.
El actual sistema no sólo mantendrá en quiebra a Pemex sino que tarde o temprano arrastrará también al Gobierno Federal. Nuestros políticos han apostado por una política petrolera insostenible en el largo plazo. Para corregirla se necesita en primer lugar contar con una reforma fiscal que le permita al Estado mexicano sostenerse con sus propios ingresos y suspender el saqueo inmisericorde de esta empresa petrolera. Pero además se deben buscar otras opciones de inversión.
El esquema del monopolio petrolero estatal ha probado ser un enorme fracaso. En lugar de aprovechar la riqueza petrolera para impulsar el desarrollo nacional, hemos dispendiado año con año la renta petrolera en una empresa ineficiente y en un gasto corriente gubernamental que no traerá beneficios a largo plazo.
Dentro de unos años nos estaremos lamentando tanto por el desperdicio de la segunda bonanza petrolera como durante décadas lo hicimos por la primera. Lo peor de todo, sin embargo, es que hoy ya sabemos cómo terminará la situación, pero no estamos haciendo nada para resolverla.
GAS
La producción de gas natural creció 1.7 por ciento en 2004. La demanda, sin embargo, se incrementó en nueve por ciento. En este producto, como en gasolina, petrolíferos y petroquímicos, cada vez dependemos más del exterior. Estamos perdiendo, no ganando, soberanía. Pero eso no lo entienden nuestros políticos.
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