Hoy por hoy, el tema de la inseguridad es el que más preocupa a los ciudadanos; disputa con el desempleo, el título del problema más grave en nuestro país. El Estado tiene por obligación primaria el asegurar que las relaciones sociales se den en un marco de seguridad elemental y en forma paralela, debe proveer las condiciones, también elementales, para procurar el desarrollo de las distintas regiones y el progreso de los ciudadanos.
El Estado Mexicano simple y llanamente ha fallado en estos dos grandes rubros. Ayer, el aún secretario de Gobernación, Santiago Creel, afirmó en Ciudad Juárez que el Gobierno debe hacer de inmediato un alto en el camino para replantear su estrategia para frenar la muerte de mujeres y reconoció que las acciones federales no están saliendo bien. Qué duro debe ser para un funcionario de primer nivel con conciencia y un mínimo de sensibilidad social, el reconocer que se está perdiendo una batalla, pero en el caso de Creel, tal vez habló el precandidato del PAN, más que el encargado de la política interna del país.
Y aún más: los niveles de inseguridad en el Distrito Federal y la ola de narco-ejecuciones en varios estados del norte de la República, sumados a la larga lista de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, da cuenta de varios y cruentos frentes de batalla, en los que las autoridades van perdiendo. Hace tan sólo unos días, el vocero de la Presidencia, Rubén Aguilar, atajó los cuestionamientos sobre la oleada de ejecuciones, con un lacónico “estamos haciendo nuestro máximo esfuerzo”. Qué grave, ya que no es suficiente.
En el caso concreto de los feminicidios, desde hace diez años, distintas voces advierten que las autoridades –por acción u omisión, por ineficiencia o complicidad- permiten un cobijo de alta impunidad que alienta los ataques contra mujeres. La administración de Fox tiene cinco años con esa piedra en el zapato y hoy, en sus postrimerías y en voz del secretario Creel, reconoce llanamente que hay que replantear la estrategia, porque las cosas no están saliendo bien. Acorde al sello de la casa: tibio y tarde.