“Me he preparado para ser, para no ser y para dejar de ser”. Esta frase no pertenece a Aristóteles, ni mucho menos al emperador César Augusto. Tales palabras fueron pronunciadas por el gobernador Enrique Martínez al agradecer el apoyo de los coahuilenses en la contienda interna del Tucom.
Faltan sólo unas semanas para que nuestro gobernador deje de serlo. Aunque se dice preparado para ello, seguramente le costará mucho dejar su oficina en el Palacio de Gobierno. No es fácil abandonar un trono, por pequeño que éste sea. Mucho extrañará su cargo, y muchos lo extrañarán a él.
Dueño de una gran personalidad, el gobernador supo ganarse el respeto de los ciudadanos. Durante su Administración mantuvo siempre una buena imagen y la mayoría de los coahuilenses lo consideran un buen gobernante.
En estos días, los ciudadanos apenas nos estamos recuperando de la cruda que nos dejó el proceso del pasado 25 de septiembre y toda nuestra atención se fija ya en el sucesor de Enrique Martínez.
¿Será capaz Moreira de cumplir las promesas? ¿Quiénes conformarán su equipo?
Más que preocuparme ahora por Humberto Moreira, me interesa seguir los últimos días en el poder de un gobernante que abusó de ese poder.
Como a muchos, me intriga saber cuál será el futuro de Enrique Martínez. Quizás ocupe un nuevo cargo a nivel federal. Probablemente se convierta en el asesor más influyente del sexenio de Moreira, o tal vez decida retomar sus negocios (¿acaso un día los dejó?).
Enrique Martínez será recordado como un buen gobernador. De eso no tengo la menor duda. Sin embargo, no sólo pasará a la historia como un buen gobernante, sino también como un personaje muy dado a los lujos.
Una de las extravagancias de nuestro gobernador fue el fomento de una supuesta tradición que sólo ha servido para aumentar las ventas de las compañías cerveceras y de las cremas contra rozaduras: la cabalgata “Unidos en sus Tradiciones”. Para tal evento, se construyó una brecha especial, cada año se destinaron decenas de elementos de seguridad para cuidar a los jinetes, se contrataron artistas, y se prepararon suculentas comilonas para el deleite de un grupo de políticos que tuvieron que montarse por primera vez en su vida a un caballo.
Otro lujo de Enrique Martínez fue el haber destinado una parte importante del presupuesto a la promoción de su Administración. En ciudades como México, Monterrey o Guadalajara, podían verse anuncios espectaculares destacando la labor del gobernador de Coahuila. Y mientras promovía su imagen personal, no había quién promoviera al estado para la creación de nuevos empleos, lo cual ocasionó una gran crisis laboral.
Parece increíble, pero nuestro gobernador también se dio el lujo de construir bulevares para aumentar la plusvalía de sus tierras. Por este motivo, nadie puede afirmar que la honestidad sea una cualidad de Enrique Martínez.
Sin embargo, el mayor lujo que pudo darse Enrique Martínez fue el de abandonar su cargo, sin dejar de ser nombrado “gobernador” y sin dejar de recibir su sueldo. Durante meses dedicó su tiempo y su talento a una contienda que sólo en sus sueños podía ganar. Más de 50 millones de pesos destinó para catapultar su imagen por medio de la publicidad. Sin embargo, esto ni siquiera le sirvió para acercarse al segundo de los pre precandidatos.
Enrique Martínez está en el ocaso de su Administración. Muchos lo recordarán como uno de los mejores gobernadores que hayamos tenido. Yo simplemente lo recordaré como un gobernante que tuvo en la vanidad y en los excesos a sus principales enemigos.
javier_fuentes@hotmail.com