Creo firmemente en que el orden natural, para el bien tener cosas, dinero, éxito, prosperidad, felicidad y una vida completa es: primero, el ser como persona y, luego, el hacer las tareas que nos llevarán - como consecuencia y no como un fin en sí mismo – a poseer esa abundancia.
En la actualidad, y más característico de las nuevas generaciones, se comete el grave error - por la presteza acentuada por un entorno competitivo y materialista – de apurarse en conseguir la posesión de cosas, específicamente del dinero, alterando así la secuencia arriba indicada.
Y percibimos a una gran mayoría de empresarios y personas que se obstinan en primero tener – sea lo que fuere que tuvieren que hacer, incluso violentando procesos de negocios, de desarrollo personal y hasta las leyes o los aspectos éticos – olvidándose por completo de que primero hay que ser.
Desgraciadamente, vivimos en la era del tener y no en la del ser. Tiempo atrás, el tener era un privilegio para unos pocos. Ahora, el exagerado materialismo ha acercado el tener hasta los segmentos de menor poder adquisitivo.
El poseer se ha convertido en un símbolo de estatus social. Y en ese afán de pertenecer o aparentar hasta lo que no se tiene, todo se convierte en apetitos, materiales y monetarios, efímeros y triviales. Y a pesar de las crisis económicas - que no nos han faltado desde hace décadas – muchos desean seguir con el mismo ritmo de vida y los valores sufren un relajamiento... y varias personas y negocios terminan endeudados de forma absurda.
Así las cosas, nuestra sociedad está formada por dos tipos de personas: los que son y los que tienen. El hombre que se manifiesta y el hombre que se denigra.
El camino obsesivo hacia el tener es siempre en decadencia, con sus nobles excepciones, por los penetrantes visos de ambición, de deshonestidad, y hasta llegar a la prepotencia. Para ser hay que ir cuesta arriba, por eso muchos rehuyen esa avenida, puesto que requiere de trabajo – empezando por la propia persona – de congruencia, de honradez, de valor y de fe, de respeto, de servicio, de integridad...
Sin embargo, el que llega a ser, recibe el tener como una secuela normal y lógica. Y resulta que es relativamente simple: pues si alguien vale más es porque sirve y crea soluciones, por lo que entonces se valoriza realmente.
Extrañamente el poseer cosas no seduce a la persona que es, pues son tan baratas que pueden adquirirse con el dinero. Lo que ella recibe a granel, y no la puede comprar el dinero, es ¡la felicidad!
Mi propuesta es que cada cual examine si su quehacer habitual está gobernado por la “necesidad” de poseer... o de ser. Es evidente que una ú otra nos llevarán a diferentes destinos y resultados. Incluso pueden, asimismo, cegar nuestros sentidos y principios éticos a la hora de hacer los negocios.
Me resulta preocupante la frase que se acostumbra decir, entre muchos “empresarios” jóvenes - y otros tantos que no lo son – y que reza así: “el que no tranza, no avanza”. Y ello es una de tantas funestas consecuencias de numerosos sexenios de la corrupción generalizada en el país.
¿Es esa la herencia que dejaremos en las mentes de las nuevas generaciones?
No es ningún puritanismo de mi parte. Es la asertiva propuesta de que retomemos la práctica – por ahora perdida - de los valores universales. Y, asimismo, es la certidumbre íntima de que la paz interior y el poseer bienes materiales provienen auténticamente de la secuencia natural del primero ser, luego el hacer... para el bien tener.
Y lo considero aplicable al trabajo empresarial y al de la persona particular. Desde lo que va de un agregar valor al negocio a lo que envuelve la mejora personal – y ensanchamiento de la valía - de un individuo como ser humano.
Finalmente, invito a reflexionar sobre lo que nos dice Jorge Bucay en un fragmento de su libro “Hojas de ruta”: “...Dios se ocupa de proveerte de lo que necesites, lo único que no hay que hacer es ser ansioso y desesperado corriendo detrás de las cosas...”
“Ser o no ser, he ahí el dilema” William Shakespeare
El autor es Consultor de Empresas en Dirección Estratégica.
manuelsanudog@hotmail.com