Quiero iniciar esta columna hoy con un agradecimiento a todos los jóvenes que leyeron el artículo de la semana anterior y se tomaron la molestia de enviarme correos con sus agradables comentarios, al igual que a algunos padres de familia que también lo hicieron, y a todos he contestado.
Siguiendo esta línea de reflexión sobre la orientación vocacional comentaré sobre lo que a muchas personas les interesa, el costo, el costo de los estudios.
Es interesante saber que aproximadamente sólo el 30 por ciento de los jóvenes que ingresan a una carrera universitaria al primer grado logran terminar satisfactoriamente el último grado. Pero a esto le agregamos que sólo una pequeña parte, de este 30 por ciento, obtiene el título, termina completamente su formación.
Pero también analicemos que de estos profesionistas, con título o no, por voluntad no ejercen su carrera. En muchos de los casos culpan a la falta de oportunidades laborales, pero si nos ponemos a ver, en ocasiones realmente es eso, pero en muchos casos es la falta de confianza en su preparación.
A esto es lo que llamo yo, no una deserción de escuela, sino una deserción de la carrera. Cuantas personas, de todas las carreras, conocemos que no se desempeñan completa o muy lejanamente en algo para lo que no estudiaron.
Si analizamos los costos de una mala elección vocacional, pudiéramos considerar precios que se pagan por ingresar a una carrera y a un corto plazo abandonarla para ingresar a otra carrera a ver si en ésa sí ?la hace?.
Conozco a varios jóvenes que son de muchas facultades y principios. Ya han recorrido la Facultad de Ingeniería, la Facultad de Administración, la Facultad de Psicología, la Facultad de Arquitectura y tienen muchos principios, nunca completan ni una... todas han sido primeros semestres.
Regresando a los costos. ¿Cuánto cuesta, consideremos primero, lo que pesa que una persona ingrese a una escuela y posteriormente se salga porque no era para ella? Es muy común que se presenten sentimientos de incapacidad, pero no sólo para determinado estudio, sino, para ?estudiar?. Diríamos el costo emocional del fracaso escolar.
Pongamos en la balanza de los costos, la erogación económica de gastos directos. Tal es el caso de inscripciones, colegiaturas, cuotas y demás aportaciones que se realizan para poder ingresar a una universidad. Estos gastos incluso son para aquellas universidades que llamamos ?públicas?, en donde también se realizan pagos.
Hay que agregar otro tipo de gastos que pocas veces se contemplan. Como es el caso de gastos de transporte, ya sea camión o carro, uniformes, libros, cuadernos, instrumental, etc. que cuando se abandona una carrera eso queda como gasto realizado y no es posible recuperar.
Por qué no poner en la cuenta lo que cuesta la ilusión de cursar determinada carrera, las desmañanadas, las desveladas, el tiempo dedicado al estudio, las horas pasadas en el aula y realización de trabajos.
¿Y nos hemos puesto a pensar en el tiempo perdido al salirse de una carrera e iniciar otra, es decir, perder un año?
¿Por qué todas estas cuentas?
En muchos casos de los que reviso de orientación vocacional me doy cuenta que se toma una determinación vocacional y también de institución muy a la ligera.
Le preguntaba a una muchacha. ¿Por qué seleccionaste esa carrera? Me respondía: es que a ésa entró mi mejor amiga de la preparatoria, pero yo no sabía de qué se trataba, qué materias estudiaría y menos en dónde pudiera trabajar.
Los invito, lectores, principalmente jóvenes, a que tomemos con verdadera conciencia de realizar una adecuada elección vocacional.
Elegir bien lo que haremos el resto de nuestra vida, nos lleva a ser feliz, a Ser Humano.
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