El domingo pasado mediante una gran campaña de publicidad se llevó a cabo la celebración del Día de la Familia, un día interesante puesto que nunca se había celebrado, por lo menos yo no recuerdo haberlo conocido.
Esta fecha, un domingo, se procuró más como un fomento de comercio, como si fuera el 14 de febrero, de él se aprovecharon los comercios que pudieron, como es el caso de los cines y centros de esparcimiento. Celebrar este día a mí me parece interesante, pero más interesante me parecería celebrar todos los días el día del padre, el día de la madre, el día del niño y en su conjunto, el día de la familia.
Bueno, pues días después, sin tanto ruido comercial como el caso del día de la familia se celebró el Día de la Mujer, las acciones más vistosas fueron las de tipo político y de tipo gubernamental (también políticas). El presidente de la República anunció programas de atención a problemas de salud específicos de la mujer. Campañas de detección y atención de cáncer de mama y cervicouterino, etc.
¿Pero por qué celebrar el Día de la Mujer? Nos damos cuenta que en no pocos casos la mujer sufre de abusos y discriminaciones. Como es el caso de que es la primera víctima de la violencia intrafamiliar, la limitación de estudios y preparación académica siempre se aplica a la mujer, el sueldo que recibe una mujer es menor al que recibe un hombre por realizar el mismo trabajo. En fin, sufre de muchas y muy diversas vejaciones.
Pero es algo muy interesante ver, en contra de lo que pudiéramos pensar, que el hombre es el autor de todos estos abusos hacia la mujer. Sí, en muchos de los casos, pero sin embargo, en otros y no pocos, el abuso y discriminación es ejercida por la misma mujer sobre otra mujer.
Y sobre todo, también, sabemos que la cultura y costumbres son enseñadas por la mujer dentro del núcleo familiar. La mujer es la que enseña, la que educa y la que forma (y también deforma). La madre, que es la mujer, claro, es la que trae qué tan macho debe ser el hombre y cómo es que debe ser la mujer, de abnegada, sumisa, complaciente y servicial.
Conocí un caso en el que una mujer, profesionista, a la semana de casada la visitó su madre en su nuevo hogar y a la hija, la nueva esposa, le llegó la nostalgia de la casa materna y le pidió a su valeroso marido que la ?dejara? ir. Y para que ella entendiera que ya estaba casada y que estaba con él en esa casa, literalmente le reventó la boca de varios golpes a puño cerrado y le dejó moretones en la cara y sangrando los labios.
Todo hasta aquí está mal, es más pésimo. Pero dejen les relato lo más gravante del asunto. La madre de ella aún de visita en la casa, se acercó a su hija de 28 años y la consoló diciéndole: mija, a ti te ha ido bien, a mí hasta con chicote me pegó tu padre.
Sí, es un ejemplo, pero sin embargo cuántas veces vemos que en la misma casa se premia al hijo varón por ser macho y tener muchas ?viejas? y en cambio se reprime que la hija tenga un novio formal. Cuántas veces se levanta a la hija de la mesa para que le deje el lugar al hijo que viene tomado o bien se levanta cuando ella está dormida para abrirle la puerta cuando él llega a deshoras de sus andadas ?como hombre? que es.
¿Dónde empieza esta visión de la educación y formación? Para mí es una tradición, que sin embargo hoy se ve más porque se ha hecho más consciente de los abusos. Por ejemplo, en las culturas al sur de México el que el hombre golpee a su mujer y la llegue a regresar a sus padres porque no sirve es algo que se ve normal, e incluso si no la golpea, la mujer siente que no la quiere.
Pero también, mucha de esta visión en nuestra cultura actual lo vemos influenciado por las telenovelas, en donde los dramas se enfocan a una lucha constante entre los poderes del hombre contra la mujer. En ?educar? nuestra forma de pensar, actuar y vivir. Que de alguna manera nos ?enseñan? cómo debemos enfrentar las relaciones de pareja. En vivir en medio de chismes y, si no los hay, hacerlos.
Ser conscientes de lo que hacemos, de cómo vivimos, de lo que nos influye, de desatarnos de lo que no queremos y nos hace daño, de quitarnos de las costumbres por ser costumbres netamente. Ser inteligentes, hombres y mujeres, concientes de lo que somos y de lo que queremos ser, es encaminarnos a Ser Humano.