Estamos a que muchos alumnos en sus diferentes niveles estén en sus primeros exámenes, en la primaria, el primer bimestral, al igual en la secundaria, en algunas preparatorias o universidades, en el primer parcial, así con cada uno.
Desde hace varios días me vino a la mente una situación que viví hace unos años. Cuando inició el ciclo escolar nos dieron a conocer el maestro que le tocaría a mi hijo en el ciclo escolar.
Para cuando yo me enteré del nombre del profesor un grupo de padres de familia, que para mí resultaban desconocidos, pues en todos los ciclos escolares anteriores nunca los había visto en ninguna junta de padres de familia o actividad similar, ya estaban organizados para recabar firmas y presentarle la solicitud a la directora que les cambiara al maestro.
Cuando me reconocieron y se acercaron conmigo para que me uniera a este grupo para realizar la petición me expresaron su punto de vista.
El maestro resultaba un antipático, puesto que no le gustaba que las madres de familia estuvieran todos los días con él en el salón de clase preguntando por sus hijos (pero esas madres nunca se presentaban a las juntas que él citaba), encargaba mucha tarea, en especial los viernes, y los niños siempre la estaban haciendo el domingo en la noche cuando ya no se conseguía ninguna estampa. Les dejaba mucha lectura y los niños no tenían el hábito de la lectura y eso no lo entendía el maestro.
Era un flojo, en vez de explicarles la clase les ponía problemas para que los alumnos los resolvieran, consultaran libros, revisaran temas, expresaran su punto de vista, se pusieran a analizar y sobre todo, se pusieran a pensar. Qué horrible maestro.
El maestro resultaba un enojón cuando los alumnos no le hacían caso, claro, sus hijos eran unos angelitos que nunca peleaban al maestro. Pero sobre todo resultaba un pediche, todo el año se la pasaba cobrando la cooperación que solicitó para material al inicio de año.
Me convencieron realmente de que el maestro era realmente algo de lo peor, algo que verdaderamente mi hijo no debería tener y mucho menos soportar.
Pero para aquel entonces me acababa de retirar de trabajar de una empresa en donde contaba con un jefe flojo, irresponsable al que yo tenía que hacer todo el trabajo, trabajo que él presentaba más arriba y él se ponía las medallas. Se la pasaba cómodo mientras yo elaboraba todos los proyectos y sobre todo los ejecutaba.
Un jefe al que le corregía sus faltas de ortografía y la redacción de informes.
Un jefe que ganaba el doble que yo, pero que podía llegar a la hora que él deseaba y salir a la hora que se le antojara (varias veces lo agarré en la maroma), pero que si yo llegaba unos minutos tarde en la mañana me regresaba por impuntual, y al otro día tenía que hacer el trabajo del día anterior.
Pero cuando no tenía el trabajo a tiempo o por alguna razón me equivocaba el regaño no se hacía esperar, pero sobre todo la forma y el lenguaje no correspondía a un ser humano.
Cuántas ganas me dieron solicitar me cambiaran a mi jefe, realmente no lo soportaba, pero caí en cuenta que no podía pedir eso, cambiar de jefe.
Me involucré en un proyecto de trabajo personal y me retiré de esa empresa.
A mí no me gustaría que mis hijos tengan un jefe así, como tampoco un maestro antipático, sangrón y enojón. Pero lo que sí estaba seguro que deseaba que mis hijos aprendan a trabajar con personas así, a pesar del maestro y de su jefe.
Me negué a firmar la solicitud de las madres de familia para que cambiaran al maestro, se enojaron y me dijeron que no me gustaba cooperar.
Mi esposa y yo pusimos más empeño en que mi hijo desarrollara sus tareas durante todo el ciclo, no fue excelente, pero hubo buenos resultados. Con trabajo le exigimos al maestro y resultó bien.
A fin de cuentas mi hijo va a la escuela a aprender, a obtener conocimientos para algún día trabajar, pero sobre todo aprende a trabajar a ser productivo aún cuando tenga adversidad, la adversidad del maestro, de su ?jefe?.
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