Nuestra experiencia en la prevención al consumo de drogas, nos demuestra que existen estereotipos falsos en relación al consumo y tráfico de drogas, que, lejos de ayudar, terminan fomentando un mayor consumo.
Uno de ellos se refiere al primer contacto con las drogas. Muchos padres piensan que el vendedor de drogas es una especie de criminal que viste y se comporta en forma sospechosa y que se acerca subrepticiamente a sus hijos para obligarlos a consumir, mediante el engaño o la presión. Algunos padres hablan con sus hijos y tratan de prepararlos para enfrentarse a estas situaciones, pero lamentablemente el mensaje que les dan no les servirá porque este escenario muy probablemente, nunca se les presentará.
Otros padres, tratan de alertar a sus hijos diciéndoles que quienes les ofrezcan drogas son criminales o malhechores de la peor especie, inmorales, más bien, amorales, desnaturalizados, perversos y diabólicos, tratando de sembrar un terror en sus hijos para que, por miedo, se aparten de las drogas y de los malandros que se las dan. Pero, la realidad es otra muy distinta.
Si en algún grupo de jóvenes universitarios le pedimos a los estudiantes que levanten la mano los que nunca han bebido un solo trago y será muy raro que alguien confiesa ser abstemio. Y si les pedimos cómo fue el primer trago que tomaron, es muy probable que nos relaten que a los nueve o diez años, sus padres les dieron vino o cerveza y cuando preguntaban qué era eso, sus papás les decían muy orgullosamente: ¡te estoy enseñando, hijo! Otros podrán contar que sus novios o novias o juntos, invitaron el primer tequila. Todos, de manera general, nos explican que su primera experiencia, se la brindaron, sus padres, sus hermanos, sus familias, sus novios o sus amigos.
De esta manera entendemos, que así como las sustancias legales como el tabaco y el alcohol, quienes nos los muestran e invitan a consumir, son nuestros familiares y amigos, también en el caso de las drogas ilegales, llámese marihuana, cocaína o cual sea, quienes nos la ofrecerán seguramente serán también, en alto porcentaje, nuestros familiares o amigos consumidores de drogas.
Ésta es la verdad número uno que los padres tienen qué aprender. La fantasía de las películas que fabrican estereotipos de los ?sospechosos?, deben ser sólo es, fantasías.
Debemos preparar a los nuestros para enfrentar situaciones reales.
La segunda verdad que tenemos que enfrentar es que no podemos seguir analizando con los mismos parámetros a las sustancias permitidas con las drogas ilegales.
Cuando igualamos al café, la cerveza o el vino con el crack, la cocaína y la heroína, mandamos un mensaje negativo a la juventud. Esa igualación lleva a pensar que es lo mismo consumir cerveza que cocaína y definitivamente no es similar. Los jóvenes se confunden y justifican el consumir drogas porque sus padres ?también las consumen?, refiriéndose al café matutino o al vino de mesa.
A nuestros hijos debemos decirles que por alguna razón hay un límite entre las sustancias legales y las drogas ilegales. Las primeras pueden provocar daños a la salud consumidas en exceso, pero las drogas ilegales producen mayor daño al organismo sin lugar a dudas y un deterioro a la sociedad de escalas impresionantes.
Tampoco es verdad, en nuestra cultura, que por el hecho de fumar, tomar café o beber cerveza en la juventud, nos convertimos en consumidores de drogas ilegales cuando somos mayores.
A los jóvenes y a todos los ciudadanos hay que decirles grandes verdades.
Las drogas se consumen porque generan satisfacción y esto hay que decirlo, además de explicar sus efectos perniciosos. Igualmente hay que manifestar que algunos venden drogas porque produce ganancias, pero hay que agregarle dos conceptos: uno, que también produce ganancias, el estudio, el esfuerzo y el trabajo y dos, sin correr los riesgos de cárcel y hasta muerte que significa el negocio ilícito de las drogas.
Cuando lleguemos a entender, comprender y comunicarnos con nuestros hijos podremos desarrollarlos como Ser Humano.
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