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SAN MIGUEL DE AZAPA, CHILE.- Hace siete mil años la tribu Chinchorro, que habitaba el árido desierto del norte de Chile, inició un misterioso ritual para momificar a sus bebés muertos: tras quitar los órganos internos y limpiar sus huesos, rellenaban las pieles y las cosían, para luego ponerles pelucas y máscaras de arcilla.
Chinchorro tiene los cuerpos preservados artificialmente más antiguos que se conozcan, incluso mayores por varios miles de años que las famosas momias de Egipto. Los arqueólogos que estudian las momias en el norte de Chile buscan descubrir por qué esta sociedad desarrolló tan complejo ritual de muerte.
El arqueólogo Bernardo Arriaza, de la Universidad de Tarapacá en el norte de Chile, lanzó este año una nueva y atrevida teoría.
“Estaba leyendo un diario chileno donde se hablaba de la contaminación en Chile y tenía un mapa de arsénico y el plomo. Además decía que el arsénico causaba abortos y salté de mi silla y dije ‘¡eso es!’”, dijo Arriaza.
Arriaza piensa que los altos niveles de arsénico en el agua de la región, que persisten hasta estos días, causan más nacimientos prematuros, abortos espontáneos y una alta tasa de mortalidad infantil en el área donde vivían los Chinchorro.
“Ahí está la clave de la momificación Chinchorro, ya que sabía que Camarones (donde las momias fueron encontradas) tenía muchísimo arsénico y que las primeras momias eran de niños”, dijo el arqueólogo.
El experto planteó que la cultura Chinchorro empezó a preservar los bebés muertos como una expresión de duelo personal y comunitaria y después se empezó a momificar adultos también. Con la práctica esta actividad llegó a ser más elaborada.