Decidida a exorcizar su difícil pasado y también a sacarle provecho político, Yeidckol Polenvsky Gurwitz dio ayer su versión sobre los misterios de sus múltiples identidades.
Rodeada de su familia -madre, hermana e hijos- y arropada por dirigentes y líderes del PRD, Polenvsky contó la dramática historia personal que en este espacio le habíamos adelantado y dejó ver muy claramente que el dolor y los abusos que sufrió en su infancia van a convertirse en bandera política de su campaña por la gubernatura del Estado de México.
“Mi nombre es Yeidckol”, dijo la candidata que reconoció su nombre original de Citlali Ibáñez Camacho y confirmó que un abuso sexual a los 12 años, que la dejó embarazada, es la raíz de su cambio de identidad. Afirmó ser descendiente de Maximino Ávila Camacho y narró las vicisitudes sociales y económicas que enfrentó desde el divorcio de sus padres y el nacimiento de dos hijos en su adolescencia. “Mi pasado es duro, pero no soy la única y muchas mujeres en México han sufrido violaciones y discriminación de sus derechos humanos”, dijo Yeidckol.
Ricardo Monreal, estratega de la campaña de Yeidckol, la observaba desde atrás del repleto salón de un hotel del Paseo de la Reforma, donde se mezclaban morbo y expectación por escuchar a la mujer que fue hecha candidata del PRD con el padrinazgo de Andrés Manuel López Obrador.
Y esa cercanía con AMLO se notaba en la presencia de figuras del perredismo que acudían “a solidarizarse con Yeidckol”. Ahí estaba Jesús Ortega, igual que Graco Ramírez y la diputada Marcela Gómez. Una sola vez a Yeidckol se le cortó la voz: cuando decía que su nombre actual le fue puesto por su madre, Guillermina Camacho, para protegerla del rechazo que sufrió como adolescente embarazada. Esa versión se contrapone con información que previamente había dado la propia candidata y que decía que el nombre de Yeidckol Polenvsky lo creó ella misma cuando, ya adulta, quiso inventarse una nueva vida y se convirtió a la religión del judaísmo.
La candidata habló con entereza. Se notó que le sirvieron los entrenamientos y ensayos previos con sus estrategas, que el fin de semana pasado trazaron la estrategia mediática e hicieron simulacros de entrevistas en las que le lanzaban a Yeidckol preguntas difíciles y comprometedoras.
Y esta vez sólo titubeó cuando una reportera le preguntó cómo había hecho su cambio de nombre, si mediante un juicio civil o por una adopción legal.
“Ese no es mi tema, ya se enterarán de eso cuando me registre como candidata, yo lo único que quería era contarles esta historia tan difícil para mí”.
Curiosamente en esa pregunta que la candidata no quiso responder radica parte del meollo de todo este asunto en el que la vida privada se hizo pública por sus implicaciones en su actuación política.
Quedan dos grandes dudas que Yeidckol Polenvsky Gurwitz no despejó ayer: si su identidad actual ya es un nombre legal y si, por encima de su trágico pasado y las vicisitudes de su vida, la señora está plenamente capacitada para gobernar un Estado.
No hay duda que el discurso de género le ganará simpatías y la meterá en serio a la pelea por la gubernatura mexiquense. Si antes se pensaba en una elección dividida sólo entre el PRI y el PAN, hoy puede afirmarse que el resultado se irá a tres tercios.
Y finalmente hay dos grandes beneficiarios con esta historia que puede partir en tres la reñida elección mexiquense: primero López Obrador, que ganará muchos más votos de los que pensaba cuando, por recomendación personal de Manuel Camacho Solís, impuso a Yeidckol como candidata del PRD y segundo, el PRI mexiquense y su candidato Enrique Peña, que puede capitalizar una división del voto opositor que mengüe la fuerza de su temido rival panista, Rubén Mendoza Peña.
Notas indiscretas...
¿De qué hablarían recientemente Ricardo Monreal y Emilio Chuayffet en el desayuno que tuvieron en un restaurante de Polanco? Uno, estratega del PRD para el Estado de México; el otro, ex gobernador que ha jugado un extraño juego en el priismo mexiquense y cuya relación con Arturo Montiel no es la mejor... Los dados cambian. Escalera y subimos.